ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Fígaro y el Verdugo de Sevilla

 
ESTE artículo me lo inspira mi admirado y querido Hugh Thomas, mi guía en mis primeras lecturas estudiantiles sobre la guerra civil con su clásico libro, y quien generosamente me adentró en Londres por los ritos de las Cámaras de los Comunes y de los Lores, colándome de gañote en sendas gradas altas del Parlamento para que viera torear a sus compañeros los conservadores, convidándome luego a comer allí mismo, en el club inglés de sus señorías, que es como el Aero, pero en Londres y en mejor. Hugh Thomas ha venido una vez más a Sevilla, a presentar en la Casa de Pilatos su libro «Beaumarchais en Sevilla». Leo la exacta reseña que Pilar García hace en ABC de las palabras de tan prolífico hispanista, que ha ido del coro de la historia de Cuba al caño novohispano de Hernán Cortés, pasando por la biografía de Barreiros el de los camiones. Pero como Hugh Thomas iba a la Casa de Pilatos a hablar de su libro, no dicen las hispalenses gacetas dos asuntos que quiero dejar bien claros:
1. Que Hugh Thomas es Lord Thomas of Swynnerton, quien muere con Sevilla, y al que le gusta un tambor, una corneta y una cofradía más que a un moña un besamanos.
2. Que nadie ha aclarado todavía si Hugh Thomas se parece cada día más a Rafael Atienza, o si es al revés, que el Marqués de Salvatierra se parece cada día más a Lord Thomas of Swynnerton. Dos gotas de agua son como un huevo y una castaña al lado del parecido del teniente de la Maestranza de Ronda y del ilustre hispanista miembro de la Cámara de los Lores.
Aclarado lo cual, la inspiración me coge sentado, leyendo una frase de Hugh Thomas: «El mito de Sevilla lo han creado personas que no la han conocido». ¡Por eso lo crearon, mi lord, porque no la conocieron! Si la llegan a conocer, ¡enseguía crean un mito! En vez de crear a Fígaro, lo que hacen es ponerle una carta al director de «Le Fígaro», quejándose del derribo de las puertas y murallas. Lord Thomas ha descubierto que Beaumarchais, autor de «El Barbero de Sevilla», no puso un pie en Sevilla. Vamos, que lo más cerca que estuvo fue en Madrid. Y como en 1764 no había Ave, sino diligencia de Carmona, la que por la vega pasas, pues escribió de oídas. Vamos, que, a efectos de Barbero de Sevilla, Beaumarchais nunca se peló en la Barbería de los Pajaritos de la calle Betis, ni en Berro de la calle Manteros, ni en Victorio de la Puerta Larená.
—Eso sería entonces que conoció a Manolo Melado, que iría a Madrid un día que el Betis jugaba en el Bernabeu.
No, donde no vino Beaumarchais fue a la Sevilla de 1764. Como entonces Sevilla todavía no era «la construcción de un sueño» con tranvía, catenarias, arboricidios, desfiguración de la Avenida, ikeización de la Puerta Jerez, carril bici, conversión del Salvador en parque temático y puesta de la Catedral y del Sagrario en color blanco nuclear de anuncio de detergente, por eso pudo construir el mito. Que de ser en nuestros días, habría llegado hasta Madrid no el mito, sino la triste realidad de Sevilla. Pues Beaumarchais habría escuchado a uno que se bajaba del Ave y decía:
—Por chiripa he podido coger el Ave. No veas lo difícil que es encontrar taxi en Sevilla. Como que los sevillanos han elegido de alcalde a uno que hasta que no se cargue a la ciudad, no va a parar. Y el caso es que están contentísimos, y cuando ven todas aquellas barbaridades, los de los barrios dicen: «Esto está Presssssioso».
Menos mal que Beaumarchais no escuchó el «Esto está Presssssioso» del cateterío con catenarias ante la Plaza del Pan o ante las setas de la Encarnación. Gracias a eso existe la figura universal de Fígaro, el Barbero de Sevilla. Y menos mal que Hugh Thomas no vive en Sevilla. Si viviera aquí y tuviera que padecer la ciudad, en vez de perder el tiempo escribiendo sobre un autor que ni estuvo aquí ni ná, aunque creara el mito del Barbero de Sevilla, hubiera hecho la biografía del Verdugo de Sevilla. Que no es Pavón el derribista: somos todos los sevillanos, que consentimos las perrerías que le están haciendo. Hijos míos de Greenpeace: ya que os preocupa tanto el medio ambiente, en vez de perder el tiempo con el chapapote del Estrecho, ¿por qué no venís contra las catenarias y contra las setas, que a Sevilla la están dejando sin cuarto y mitad de ambiente de la ciudad-m
 
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