PARA alta velocidad, ni Ave (con o sin gorrones) ni nada: el almanaque de fiestas de este año. Como el que se levanta a las 5 de la mañana y a las 11 lo tiene todo hecho, estamos a 14 de abril (lagarto, lagarto tricolor) y ya tenemos la Semana Santa y la Feria fuera. Pero es que dentro de un mes, el 14 de mayo, ya estarán las carretas de vuelta: el Lunes de Pentecostés habrá sido el 11 de mayo. Y con la juncia y el romero ocurrirá lo nunca visto: que San Fernando salga en el Corpus el 22 de mayo, mucho antes del día de su santo.

Esta alta velocidad de los tiempos que vivimos no sólo afecta al calendario de las fiestas, sino a su empaque. Dicen que la Feria se ha democratizado. Como todo. ¿Pero de verdad que se ha democratizado? ¿No se habrá hecho populachera, que es algo muy distinto? La esencia de la Feria era todo lo contrario: de vulgaridades, supernada; de demagogias, cero. Todo elitismo, todo refinamiento, todo...

—¡Glamour!

Usted lo ha dicho, no yo, que no me gusta nada el barbarismo. Yo a eso le llamo encanto del señorío. Que probablemente se quedó en El Prado o, si llegó a Los Remedios, el viento se lo llevó. En la Feria hemos cambiado de punto de vista. Hemos pasado de la caballería a la infantería. Basta ver las fotos que salen en los periódicos y en las revistas. Antes salían retratados los que iban en los coches de caballos, los jinetes y amazonas. Ahora, los que están en las casetas; esto es, los que ven pasar a los enganches, donde nadie conoce a nadie. Aquel encanto perdido forma ya parte de la leyenda de la Feria como Pepe el Escocés o el Marqués de las Cabrillas. Ya no existe aquella Feria del «ahí va», las aceras atestadas esperando ver pasar aquellas vivientes revistas del corazón:

—¡Mira, ahí va Ava Gadner!

Y pasaban, sobre las ojeras de la resaca de una madrugada de amoríos, los más bellos ojos de Hollywood.

—¡Mira, ahí va Audrey Hepburn con Mel Ferrer!

Y pasaba un desayuno con diamantes ante el bronce de las cañeras de fino que ofrecían a los jinetes.

—¡Mira, ahí va Orson Welles!

Y en un pesetero pasaba el Ciudadano Kane hecho salero de España, salero, «fumando un puro más grande que él».

Mirabas a un lado y estabas viendo la portada del próximo «Life», porque pasaba Jacqueline Kennedy de amazona. Mirabas a otro y venía Grace Kelly. Y del toreo, ni te cuento. La novelería de la gente iba recitando como salmos responsoriales del Cossío: «ahí va Pepe Luis», «ahí va Antonio Ordóñez».

Como en la letra del bolero de Carmelo Larrea, ya todo aquello pasó, todo quedó en el olvido y estamos, además, encantados de habernos conocido todos bien maqueados y retratados en la trastienda en esta feria degradada de estampa y empaque, populacheramente igualitaria, cada vez más una gran verbena con embotellamiento mañanero de los coches de caballos que compraron a los aristócratas caninos los chatarreros, los promotores, los constructores, los antiguos nuevos ricos del pelotazo, o como matiza un gran señor de Sevilla y Ronda:

—No, sobra lo de «nuevo»: nuevos ricos son todos los ricos. Los antiguos ricos estamos todos tiesos...

De aquella Feria del «ahí va» hemos pasado a la populachera Feria del «ahí viene», donde hay que ver lo que te dicen que hay que ver:

—Ahí viene Vicky Martín Berrocal.

—Ahí viene Manu Tenorio.

—Ahí viene Raquel Revuelta.

—Ahí viene Terelu.

—Ahí viene la que ha ganado el «Se llama copla».

Ahí viene lo que estamos encantados con que venga. Heterosexual el último que diga que la Feria estaba mejor con aquel clasismo y aquel señorío con que la crearon Ybarra y Bonaplata y no como esta Velá de Santa Ana con enganches embotellados en que ha devenido todo aquel antiguo empaque. «Buscas a Roma en Roma, oh peregrino, y a Roma en Roma misma no la hallas», llamando quevedescamente Roma a esta ciudad que Nueva Roma fue llamada cuando no era esta degeneración con la que nunca tantos se sintieron tan contentos.