ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Carros vacíos en el híper

NO es que fuera la hora de la siesta. Como hubiera dicho don Eduardo Miura, aún quedaban dos garrochas de sol sobre el horizonte del Aljarafe. Estaban abajo, junto a Tablada, a estribor y babor de la SE-30, las grúas enormes que completaban el nuevo puente que le ha nacido al río, frente a los naranjales de las huertas ribereñas, para el metro. Y como el metro había puesto su cabeza de puente al pie del monumento del Sagrado Corazón, yo también crucé el río, ay, Carmela, para ir a reponer la nevera en el Carrefur del Aljarafe, que no sé si está en San Juan, en Tomares o en Bormujos. En aquella parte de la cornisa donde los términos municipales se pisan la manguera unos a otros, y cuando crees que estás en un polígono industrial de Mairena, resulta que estás en unas naves de Castilleja; y cuando crees que en unos adosados de Palomares, estás en unos pareados de Almensilla.

Saben que soy aficionado a los supermercados y a los híperes. Tela de aficionado. ¿No hay aficionados al golf, con el carrito de los palos? Pues yo soy aficionado al híper, que la cosa va también de carrito. Con la diferencia de que no tienes que pagar la cuota de Pineda, del Zaudín o del Real Club, y encima siempre hay Open, porque abren a las 9 de la mañana y no cierran hasta las 10 de la noche. Antes había que observar a Sevilla en el mercado de la Feria o en la Plaza de la Encarnación. Ahora donde mejor observas el paisaje humano de tu ciudad es en el Carrefur de San Juan o de la Macarena, en el Mercadona de Los Bermejales o en Alcampo. Pegas la oreja y sales de allí no sólo con los yogures, la leche y los sacos de arena para los gatos, sino con el artículo hecho.

Tal me pasó la otra tarde, que fui por atún y a ver al duque al Carrefur del Aljarafe. Esto es, por pomelos, yogur líquido y otras cosas de echar fuera los kilos de la Feria, y a ver si salía de allí con el artículo hecho. Con este artículo. Porque, miren ustedes, ni Ibex 35, ni euríbor, ni informe de la CEOE, ni engañifa del día de Solbes con el cuento del PIB: el mejor indicador económico son los carritos del híper. Y, la verdad, en el de San Juan, como a las seis y media de la tarde, vi poquísima gente por aquellas calles de las galletas, por la frutería, por donde los licores. Y los pocos clientes que había, a pesar de la hora que era, iban con unos carritos que daba penita verlos, de pelados y mondados.

-Es que estamos a fin de mes, y como hasta el día 26 o 28 no ingresan las nóminas en el banco, las tarjetas de crédito están tan tiesas como todos nosotros.

Ojalá sea por eso. Pero salí del Carrefur con los yogures, los pomelos, la arena de los gatos... y una preocupación la mar de grande. ¡Qué penita de carros medio vacíos! Aquellos carros llenos de paletillas serranas, de tambores de Colón, de sacos de papas, de mallas enormes de naranjas, de gloria bendita de la charcutería, de cartones y más cartones de pizzas congeladas, de verdaderos contáineres de espumosa de la Cruz del Campo, de Rioja y de güisqui de malta, ¿dónde están? Da la impresión de que la gente va ahora al híper como a la tienda de los desavíos: a por lo imprescindible. Y mirando si hay que mirar. Esos cuadros de Sorolla maravillosos que han colgado en el Museo de Bellas Artes no serán tan mirados como la tablilla del precio de la leche Pascual, comparándolo con la Puleva en la calle de los lácteos del Carrefur del Aljarafe. ¡Eso sí que es mirar! ¡Vaya cuadro! Cómo mira ya la gente por un duro. Y cuánta reflexión y duda a la hora de echar algo al carrito, una lata de caballa mismo. Cuando antes de cabeza que iban las latas grandes de melva, las cajas enteras de cerveza, el colacao de los niños por docenas, los lomos ibéricos a espuertas, y todos los barcos de Pescanova. Me puse becqueriano, y pensé: «Volverán la carretas del Rocío/tus caminos romeros a cruzar,/pero aquellos carritos con jamones,/aquéllos, no volverán». Como dijo Manolo Escobar: «¿Dónde estará mi carro?».

Y mientras esto pensaba en la cola de la caja, vi que la señora que iba delante estaba más tiesa aun. Yo llevaba el carrito, otrora rebosante, que daba penita verlo. Pero mi antecesora, ni carrito ni ná: en dos bolsas de plástico le cupo toda la compra. Y ahora, que venga Solbes y diga que no hay crisis. Se ve que Solbes no pone un pie en el Carrefur del Aljarafe.

 

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