ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Procesión de Dependientes

EL domingo, de mañana, en el frescor de mayo, recorrió la feligresía de San Lorenzo la tradicional Procesión de Dependientes. No, no es que los dependientes del Cortinglés hayan fundado una hermandad de gloria. Es que la sacramental de San Lorenzo celebraba, según mandan sus reglas, la procesión para llevar la comunión del cumplimiento de la Pascua Florida a los postrados enfermos imposibilitados de la parroquia. Pero como los señores de la sacramental de San Lorenzo quieren ser políticamente correctos, aprovechando un vencejo becqueriano que venía desde la Casa de los Bucarelis a la Dehesa de Tabladilla me han mandado con él razón para que ponga aquí en tiempo y forma que como en el lenguaje oficial de la progresía ya no existen los Impedidos, pues que la hermosísima, ritual y antigua que echaron a la calle el domingo, con su cera roja, sus carráncanos, sus hermanos de chaqué portando las varas del palio, sus faroles de mano y sus mantones de Manila colgando los balcones, no era la Procesión de Impedidos, como siempre se ha dicho, sino la Procesión de Dependientes.

Y como en los antiguos programas cara al público del estudio de zócalos de corcho de Radio Sevilla en la calle Rafael González Abreu, pregunto al locutor: ¿puedo saludar? Pues saludo en la de San Lorenzo (manque fusionada con la Soledad) a las pocas hermandades sacramentales «puras» que van quedando, que he leído que sobran dedos de una mano para contarlas y que entre todas suman gloriosamente (óle el sentido de la medida que perdimos) menos hermanos que capiroteros lleva en el paso de Cristo una cofradía de las cortitas con sifón. Saludo a La Magdalena, San Gil, San Ildefonso y San Pedro, guardadoras de los viejos ritos sacramentales, que tienen su Madre y Maestra en la Sacramental del Sagrario, esa especie de Real Maestranza al servicio de Su Divina Majestad. Y hablando de la Sacramental del Sagrario, diré que le tengo tanto afecto que cuando debuté en el Maestranza me puse el mismo chaqué que por última vez vistió en la Procesión de Impedidos uno de sus hermanos, que era alfayate. Hasta procesionales manchas de sacramental cera roja tenía aún el pantalón del chaqué, manchas que naturalmente no conocieron ni conocerán el papel de estraza bajo la plancha, como reliquias familiares que son.

Y saludadas las sacramentales, vuelvo a los Impedidos. Que ahora son Dependientes. Lo que hay que ver. Cuánta cursilería nos invade. Cuando escucho hablar de la Ley de Dependencia me creo que están refiriéndose al Convenio Colectivo del Comercio. Dependientes... de comercio, ¿de qué van a ser? Pues no. Ahora son Dependientes los Impedidos que no pueden valerse por sí mismos, a los que las sacramentales les llevan la comunión pascual entre nubes de incienso y marchas de gloria, «Venid, adoradores, y adoremos», en estos anticipos a cuenta del Corpus que son las procesiones de Su Divina Majestad, a las que llamar también suelen La Majestad en Público.

Y saludo ahora a los viejos dependientes de la memoria de la ciudad, los que atendían a las señoras sentadas en las sillas ante los largos mostradores de Los Caminos, La Nueva Ciudad, La Ciudad de Sevilla, Meguerry, Macarro. Aquellos dependientes que formaban parte de la decoración de la tienda, como el reloj de pared firmado por Sanchís o el almanaque de un fabricante de Tarrasa. O, por no salir de los recuerdos familiares, los dependientes de las zapaterías. Aquellos con calzador en el bolsillo de pecho de su babi blanco en Segarra, Carmelo Orozco, Hijos de Miguel Pérez, La Cubana, Las BBB, Primitivo Garach, La Imperial, La Bota de Oro, La Mallorquina. Como los legendarios Pepe Maestro, Juan Martínez o Manolo Valle. O en la muy zapatera calle Córdoba, ese Paco Boca Rana en la puerta de su tienda, mirando al balcón del principal donde estaba el almacén, y gritándole al aprendiz que estaba en el piso de arriba:

-¡Uno del 42 negro de este modelo, pero en boxcalf!

Y allá que volaba la caja, desde los hierros del balcón a la calle, donde Paco la paraba y blocaba que, vamos, ni Palop, para probarle corriendo el 42 al cateto que iba a perder el Saurer de Almonaster. Me niego a llamar Dependientes a los Impedidos. En esta sociedad tan garantista, ¿les han pedido acaso permiso para usar el nombre de su noble oficio a los dependientes del comercio tradicional y del Cortinglés?

 

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