ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Disfrazados con La Roja

Yo me creía que Manolo el del Bombo iba vestido de mamarracho y oro hasta que he visto las masas animadoras de la selección nacional de fútbol desgañitándose en los estadios austriacos. ¿Pero a qué vamos los españoles a los partidos de la selección en la Eurocopa? ¿A animar al equipo o de Carnaval? Pensaba que el Carnaval estaba en Río, en Cádiz, en Tenerife, pero no: anda por Innsbruck y por Viena.

-- Hablando de Viena: la mía que sea calentita, con manteca colorá...

No puede ser de otro color la manteca que estamos asando, mi querido amigo: roja. He escrito ahí arriba algo tan políticamente incorrecto como "selección nacional de fútbol" y me voy a condenar ante los nuevos tribunales de la Inquisición progre, porque he pecado gravemente, de palabra y obra, diciendo lo de "nacional", término que hay que reservar a los nacionalistas de Cataluña y de las Vascongadas, por lo que la selección ha de ser, naturalmente, La Roja.

-- ¿Pero La Roja no era La Pasionaria, o en todo caso aquella comunista gordita y simpática que desapareció de la circulación, Cristina Almeida?

No, las rojas ya no son rojas, ahora son progresistas. Son progresistas las rojas actuales y republicanas las rojas de cuando la guerra. Margarita Nelken no era roja, roja es la selección: la Nelken era republicana. Le pasa a esto de las rojas como al PC. El PC, que antes era el Partido Comunista del señor marqués de Paracuellos del Jarama, ahora es el ordenador personal.

Y para ir a ver a La Roja no se puede acudir de traje y mucho menos de corbata, salvo que se mangue entrada de palco y sea usted presidente de la Federación Española de Fútbol, o el mote que le hayan puesto para que los nacionalistas emberrechinados no se mosqueen con lo de "Española". Si quiere usted ir a ver a La Roja, hágase idea de que es Carnaval. Debe ponerse una peluca amarilla de rizos, no de payaso, como parecer pudiera, sino de murga tinerfeña. Y pintarse la cara roja y gualda. No como un gran jefe indio el día de la Patrona, cual parecer pudiera, sino como el integrante de una chirigota callejera gaditana. Se admiten toda clase de prendas de cabeza: gorros de arlequín o de comodín de baraja francesa, vikingos cascos con cuernos (con perdón), monteras de torero de guardarropía e incluso sombreros de guardia civil, mal llamados tricornios por los que no pertenecemos a la Benemérita, modelo "todo el mundo al suelo". Y, por supuesto, la camiseta colorada de la selección, la famosa Roja, con su pedazo de escudo constitucional al pecho. Todo ello acompañado por las correspondientes guarniciones de banderas nacionales que da gloria verlas, pancartas de animación, pitos, sirenas y copias bastas de los gritos de graderío más característicos de otras aficiones españolas, como el que nació en el estadio Carranza gaditano: "Alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos", etcétera. Esto por lo que respecta a los caballeros, que han de ir de españolada y oro, mientras que para las damas no se exige la etiqueta de pandereta de bata de cola, peina, abanico y navaja en la liga. De momento.

¿Por qué se disfraza la gente para ir a ver la selección? Entiendo tan poco de fútbol que no lo comprendo. Lo que sí comprendo es que todo esto lo inventó un andaluz de Cádiz al que no se ha hecho justicia, y cuya memoria y autoría reivindico, que la Federaciòn oague derechos de autor a sus herederos. Eso de pintarse la cara y ponerse una camiseta como la del club lo inventó en el Estadio Carranza un cadista legendario: Pascual García de Quirós, "Macarty" para el mundo del Carnaval y del "Me han dicho que el amarillo". Como al Piyayo, la gente tomaba a chufla a aquel velazqueño viñero Macarty, cortete, contrahecho, jorobado, cuando lo veían aparecer así disfrazado por los benditos escalones del Carranza, para animar a su equipo. Pero, como El Piyayo, Macarty empezó pronto a dar un respeto tan imponente. Tanto, que todo el mundo acabó copiándolo. Y como pasa con los grandes hallazgos del idioma que produce la Tacita, de Cádiz saltó a España entera la costumbre macartiana de ir al fútbol disfrazado con los colores y camisetas de nuestros amores. Ah, y no se olvide pintar el toro de Osborne en la bandera, no se vayan a creer que es la España, cuando es la de La Roja. Hasta ahí podìamos llegar. Lo de España es facha, cuando no hay nada más progre que La Roja.

 

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