ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cestas de ruedas contra la crisis

MENOS ZP, aquí todo el mundo tiene su solución contra la crisis. La mejor de todas, mejor que las de Mariano (como llama ahora Pepiño a Rajoy), mejor que la del pasteleo síndico-empresarial al uso, es la que se ha traído puesta desde los Estados Unidos un lector sevillano. Julio me leía allí por Internet y me lee ahora aquí en papel, porque estaba destinado por la empresa española para la que trabaja en aquellos chirlos mirlos y ha vuelto felizmente a currelar en su tierra. Y me cuenta Julio que cuando el presidente Carter llevó a Estados Unidos a una ruina así como la nuestra, los americanos, al plantearse las mismas dudas semánticas que aquí, sacaron este diccionario de urgencia:

«Crisis es cuando tu vecino pierde el empleo.

«Recesión es cuando tú eres el que pierde el empleo.

«Solución es cuando el que pierde el empleo es Jimmy Carter.»

Escriban «José Luis Rodríguez Zapatero» donde el nombre del tío de los cacahuetes y en este brevísimo diccionario tendrán la mejor solución contra la crisis. Mientras tanto, la propia realidad se va inventando otras. El sentido común es más sabio que todos los doctores y, desde luego, mucho más responsable que los culpables de la economía patria. Vamos a quitarnos las caretas. A estas alturas de curso, la economía española no tiene ministros, ni expertos, ni responsables; tiene culpables, cómplices, encubridores y cooperadores necesarios para que esto vaya directamente a la ruina.

Digo que la realidad encuentra las mejores soluciones para la crisis porque lo he comprobado reiteradamente en esos laboratorios de la realidad económica que son los supermercados. Lo he observado en la ciudad y ahora, con mucha más claridad, en la playa. ¿Saben qué perfecta solución particular contra la crisis han encontrado los españoles en el supermercado? Pues una muy sencilla, pero que encierra mucha filosofía sobre lo achuchá que está la vida. Le doy los datos para que usted mismo lo observe en su próxima compra en el híper. A la puerta están, vacíos, sin que nadie los libere poniendo medio euro en su ranura, los mejores indicadores de la crisis, el mejor Ibex 35 de la ruina: los carritos de la compra que nadie usa. En apenas tres meses hemos pasado de llegar al híper y no encontrar un solo carrito libre en su depósito, que mostraba libres sus cadenas como si fuera el escudo de Navarra, a esto de ahora, que está allí intacto el largo gusano de los carros atraillados. ¿Por qué no los coge la gente? ¿Porque ni siquiera tienen los 50 céntimos para liberarlos de sus cadenas, como mercedarios rescatando cautivos? No, porque para lo poco que se compra, basta con la cesta de mano que hay en la línea de cajas. Hemos pasado de un consumo de carros del hipermercado hasta las trancas a unas cestas de nada, con las cuatro cositas imprescindibles para ir tirando. Antes nos llevábamos al supermercado a casa en el carrito, y lo teníamos que pagar de golpe. Ahora nos lo vamos llevando poco a poco, conforme lo necesitamos: dos cartones de leche en vez de un pack de 12; dos latitas de cerveza en vez del paquetón de 24; un triste plástico del loncheado de salchichón en vez del embutido entero, y así sucesivamente.

Y para esta compra no de alacenas enteras repletas para un mes, sino de ir tirando con lo necesario para una semanita, se ha inventado en los hipermercados el mejor remedio contra la crisis: la cesta con ruedas. Es una maravilla. A la cesta de plástico de llevar el chopepor, el bollo y la pizza congelada y vámonos que nos vamos, le han añadido unas ruedas y un asa extensible hasta tu cintura, que es una maravilla arrastrarla. Primero, por lo cómodo que es no tener que pulsear la cesta; y después, porque arrastrando aquello con sus ruedas entre la gloria bendita de las calles del supermercado, te haces la ilusión de que la crisis nunca ha llegado y que vas con tu carrito hasta las trancas, como cuando no teníamos números rojos no digo ya en el déficit publico, sino en el privado, ¿te acuerdas qué tiempos aquellos, Mari, cuando todos éramos ricos y estos señores nos iban a llevar a la modernidad y al progreso? Anda, Mari, suelta esa mortadela de aceitunas que has cogido, que con el chopepó en esta cesta con ruedas tan maravillosa ya nos hacemos la ilusión de que llevamos una paletilla serrana en el carrito...

 

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