ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Óle los atascos de Marbella

LOS embotellamientos, como la materia, ni se crean ni se destruyen: se transforman. Me aseguran que da gusto en estos días circular en Madrid por la M-30 o por la A-6, incluso a las horas punta. No hay un alma. Claro. Los clásicos atascos también se van de vacaciones. Los veraneantes no lo saben, pero cuando hacen la maleta camino de la playa echan en el equipaje la parte alícuota del embotellamiento nuestro de cada día que les corresponde. Los coches van hacia las playas con sus embotellamientos puestos. Atascos conocidísimos y famosos por las admoniciones radiofónicas de la Dirección General de Tráfico. Hay embotellamientos de verano que los conocemos de toda la vida, símbolos de la estación, como los puestos de sandías o de higos chumbos. Tan tradicionales y a fecha fija como la procesión de la Virgen de los Reyes. Pones la radio en fin de semana y te presentan los atascos y retenciones de siempre, como Fernando Argenta con los clásicos populares. Yo soy mucho del embotellamiento en la autopista de Castelldefels de toda la vida, que devenga por lo menos cinco trienios. Y soy muy partidario del embotellamiento de Matalascañas a Almonte, hasta la A-49. Y del de la Ronda de Málaga, ni te cuento. Más clásico del verano que la corrida goyesca de Ronda es el goyesco atasco de la Ronda de Málaga.

Pero hay un lugar elegido donde los atascos veraniegos son una maravilla. Los que he citado hasta ahora no tienen la menor importancia. Son embotellamientos como los cantes por guajiras o por colombianas, de ida y vuelta. Atascos del que-voy-y-que-vengo de los domingueros en fin de semana. Así, cualquiera embotella un peaje, como el de Las Cabezas en la autopista Sevilla-Cádiz. Hoy en día el general Riego no se habría sublevado en Las Cabezas contra el absolutismo de Fernando VII, sino contra lentitud del peaje.

Los verdaderos embotellamientos de cinco estrellas son los de Marbella. ¡Esos sí que son atascos buenos de verano! A la gente la subleva, les hace que les hierva el agua del radiador de sus nervios, las saca de quicio. A mí me encantan. Me encantan porque demuestran mi teoría: que los veraneantes de Madrid se vienen a Marbella con el embotellamiento de la M-30 dentro de la maleta y que si hay embotellamiento es que no hay crisis. He estado unos días conjugando el verbo veraniego que más me gusta: incosolear. He estado incosoleando en Marbella, en Incosol naturalmente, comprobando cómo José Antonio López Esteras mantiene erguido y perfecto ese atrayente buque insignia de la Costa del Sol, contra el viento de cinco nudos de la crisis y las mareas altas de la recesión. ABC ha puesto su Foro de Verano en dos hoteles de López Esteras, El Monasterio del Puerto de Santa María e Incosol de Marbella, por lo que hay que jalear a López Esteras, pues jalear viene de Jale, que es como se llama su grupo hostelero. Y en mi incosoleo, he jaleado también tela marinera a los embotellamientos de Marbella, como un capataz de la Semana Santa sevillana:

 

— ¡Óle ahí los embotellamientos buenos! ¡Vamos a echarle casta a ese atasco a la entrada de Puerto Banús, corazón!

Otro cualquiera en mi caso, como decía el verso de Rafael de León, recriminaría a la alcaldesa de Marbella por los embotellamientos. Yo, al revés, querida Ángeles Muñoz: te felicito efusivamente por los embotellamientos de este año. Son mucho mejores que los del año pasado. Ana María Abascal, por ejemplo, cuando iba camino de la estrella de la Duquesa de Alba en el bulevar de la Fama, estuvo casi dos horas retenida en el embotellamiento entre San Pedro y Banús. Como antiguamente. Como debe ser. Los atascos de toda la vida, y llegó al humo de las velas de la copa en Cipriano. Si hay embotellamientos es porque Marbella, a pesar de todos los saqueos y de todos los mangantes municipales que ha padecido, sigue siendo Marbella. ¡Óle ahí los embotellamientos buenos! Señal que con Marbella no puede nadie. Lo malo sería lo otro, que te preguntaran cómo está Marbella y tuvieras que decir:

 

— No hay un alma, y llegas en un periquete a todas partes con el coche.

Proclamo solemnemente, pues, que Marbella está como tiene que estar, con todo Madrid allí. Que se ha traído como siempre sus atascos de la M-30 dentro de la maleta y los ha puesto en la entrada a Puerto Banús en bermudas y pareo.

 

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