ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Privatizan la Plaza San Francisco

NIÑO, dale un poquito a la memoria histórica, ahora que supongo que el juez Garzón pedirá los nombres de los asesinados por los milicianos del Frente Popular en El Arahal o en Lora del Río. Y vamos a darle a la memoria histórica porque recuerdo que mi padre me contaba que cuando la República los sevillanos clásicos estaban indignadísimos porque el chabacano Ayuntamiento del Frente Popular había puesto un cine de verano en plena Plaza Nueva, con el telón a los pies del monumento a San Fernando. Y me seguía contando mi padre que una de las mayores alegrías de la Sevilla de derechas en el 18 de julio fue que cuando las tropas sublevadas emplazaron sus piezas de artillería ante la Telefónica para bombardear el Gobierno Civil, que estaba a la espalda del Hotel Inglaterra, y abrieron fuego, lo primero que los cañonazos se llevaron por delante fue el telón de ese cine de verano, telón que se fue a tomar por saco y hasta hoy.

Hasta hoy, que ese telón del cine de verano chabacano que pusieron en la Plaza Nueva ha vuelto. Ha vuelto en forma de veladores. Los veladores que los del Pacto de Progreso de los Perdedores de las Elecciones han autorizado en plena Plaza de San Francisco. En el fondo, se trata de lo mismo: privatizar lo público. Esa izquierda que protesta tanto cuando Esperanza Aguirre quiere privatizar en Madrid el Canal de Isabel II, es la misma que aquí en Sevilla de momento ha privatizado la Plaza de San Francisco en beneficio de un señor particular.

Por si no queda claro, lo vuelvo a poner: estos señores del Ayuntamiento han privatizado la Plaza de San Francisco.

¿Que no queda claro, que no lo entiende usted? Pues le digo el cuento de la buena pipa de los que gobiernan gracias a los 25.772 votos de ese muñeco de nieve derretido al que sólo se le quedó la pipa y la bufanda: que le estoy diciendo que estos tíos han privatizado la pública Plaza de San Francisco en beneficio de un señor particular. Que conste que en el Laredo ni entro ni salgo (sobre todo, ni entro, desde que se lo cargaron). Ya dije en su momento lo que tenía que decir sobre esa especie de Marina Dor con Santa Justa y Rufina. Pero sí entro en los veladores. Vamos a ver: colocados los veladores del Laredo, tonmoquetáos, ¿por qué no va a poder colocar en la Plaza de San Francisco su docenita de mesas el dueño del Portón, bar simpático y clásico donde los haya, donde no han destruido interior alguno, que conserva todo el verdadero sabor de Sevilla, sin cursis lámparas de Murano de verlas y salir corriendo? Si tomamos un metro, pero no un metro de los que no se terminan nunca y duplican su recorrido con el trenecito turístico llamado tranvía, sino un metro de medir, un metro de esos amarillos de madera plegables que venden en el Bazar Victoria de Entrecárceles... Si tomamos un metro, resulta que desde la puerta del Portón a la privatizada Plaza hay casi la misma distancia que desde la puerta del Laredo a los veladores.

Y o todos moros o todos cristianos. Si la Plaza de San Francisco no es ya un espacio que debe ser preservado en su integridad de ágora mayor de Sevilla y lo han privatizado y convertido en selecta nevería en beneficio de un empresario de protección oficial, ¿por qué otros taberneros no han de poder gozar de ese privilegio?

Así que como si yo fuera ahora un capataz, en defensa de la libre competencia, de la libertad de mercado y de la igualdad de oportunidades, voy y le digo al dueño del Portón, ese bar tan clásico (y tan visueño) de la semiesquina de la calle General Polavieja:

—¡Vamos de frente con esos veladores de El Portón, miarma! ¡Vamos a echarle casta, corazón! Izquierda alante y derecha atrás... ¡Bueno! Vamos a darle paso a esa trasera. ¡Bueno! Las llamadas ahora las quiero muy cortitas, que estamos entrando en la Plaza. Derecha alante, ¡bueno! Ahí, queó, a tierra los cuatro zancos de los doce veladores por parejo. ¡Óle la gente güena! Y oído a lo que se manda, que ahora vamos a hacer el retranqueo de las butacas...

Y allá que pondría esos fantásticos veladores del Portón en la privatizada Plaza de San Francisco. ¿No dicen que son tan igualitarios y que protegen tanto a los más necesitados? Ea, pues El Portón es lo que hay ahora que proteger.

 

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