ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Verdad histórica de Ranilla

Hay una moda emergente y arrolladora que está haciendo arcaísta el uso del artículo determinado. Parece que poner el, la, los, las delante de un nombre fuese una carcundiez y, por el contrario, su omisión, signo de progreso. Estamos perdiendo los artículos más que la vergüenza, que ya es decir.

Ejemplos al canto.

Creen que es más progre decir Diputación a secas que «la Diputación». Nadie dice Los Bermejales, sino Bermejales. En las tertulias de cotilleo de la tele, no se refieren a «la» Casa Real, sino a Casa Real, sin artículo. Cada vez se dice menos «la» Plaza Nueva. Como los granadinos, con su misma mala follá, los sevillanos le dicen ya «Plaza Nueva» a la Plaza Nueva. «La» Puerta Jerez es Puerta Jerez. Y la Puerta de los Palos, Puerta de Palos, sin artículo alguno.

Pero hay un lugar que nunca estuvo precedido de artículo en su denominación popular y ahora se lo ponen. La Prisión Provincial tenía escrito así su nombre en la ladrillería de la fachada que cuenta la leyenda que construyeron los albañiles anarquistas que pusieron las siglas de la FAI con tejas más blancas en las cubiertas. Nadie le decía, empero, Prisión Provincial. Aquello era la Cárcel de Ranilla. Así, Ranilla, sin artículo, por el nombre del arroyo que por allí cerca pasaba, tamarguilleando o tagareteando, ay, también podíamos escribir la elegía de los arroyos que perdimos.

Bueno, pues incomprensiblemente, en este tiempo en que el «la» de la Diputación se lo dejan al la,la,la de Massiel, resulta que Ranilla es «La» Ranilla, ahora que han derribado casi toda la cárcel y van a poner allí la sede de la Guardia Municipal y van a hacer un parque, otro, Dios mío, ¿por qué no cuidar el abandonadísimo de María Luisa en vez de tirar el dinero en tanto parque nuevo? Pues por la misma demagogia de la ocupación del centro por los barrios, de la conquista de la Avenida y de Los Remedios por las hordas canis.

En su discurso de colocación del primer quiosco, digo, de la primera piedra de las obras de Ranilla, el alcalde dijo demagógicamente que dejaban en pie el Pabellón de Ingresos, indultado de la piqueta, como parte del topicazo de la Memoria Histórica: en recuerdo de los presos políticos que las pasaron canutas en aquella cárcel durante la dictadura.

<CW-6>Y digo yo algo elemental, querido Watson, frente a tanta manipulación y tanta demagogia: ¿es que en la Cárcel de Ranilla nada más que hubo presos políticos, joé? ¿Es que nunca enchinoraron allí a asesinos, estafadores, carteristas, trileros, palquistas, butroneros, sirleros, atracadores, tironeros, vagos y maleantes? ¿Es que en Ranilla nunca estuvieron los asesinos de las estanqueras de la Puerta de la Carne? ¿Es que en Ranilla nunca estuvo Escámez, el lotero de la Europa que estafó a media Sevilla con su falso Gordo de Navidad del 2.704? ¿Es que en Ranilla no estuvieron nunca los parguelones que robaron las joyas de la Virgen de los Reyes?

</CW>Claro que hubo presos políticos. Con Isabel Rodríguez de Quesada y con Luis Carandell, yo estuve allí un Jueves Santo para visitar a uno: a Alejandro Rojas Marcos, preso por pedir las libertades y la democracia en una conferencia. La sala de las comunicaciones era medieval. De los horrores. Salían los presos a hablar con sus familiares como en una jaula de leones del circo, a gritos, todos los visitantes levantando la voz y sin que nadie pudiera oír nada. Pero Rojas Marcos era un bicho raro en aquel locutorio. Allí los que estaban eran los chorizos de toda la vida, que es lo que siempre hubo en Ranilla, vamos a dejarnos de demagogias de Memoria Histórica. Como aquel compañero de celda que tenía Rojas Marcos en su chabolo y que le invitaba a endrogarse con un optalidón disuelto en pepsicola, y que para ponderar las maravillas de su narcótico, le decía, tratando de convencerlo:

—Mira, te tomas esto y sueñas con las cosas más bonitas, con lo que más me gusta. Anoche mismo me tomé yo un chute, y no veas: he soñado que estaba atracando la Joyería Reyes.

Vamos a dejarnos de cuentos: los presos de Ranilla no soñaban con derribar la dictadura de Franco; soñaban con atracar la Joyería Reyes.

 

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