ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


O´Donnell, calle agonizante

Entre las lumbreras refulgentes de la inteligencia que rigen Sevilla, es común creencia que la peatonalización de las calles enriquece a sus comerciantes, revaloriza sus pisos, hace más bellas a sus muchachas, más estudiosos a sus jóvenes, más atractivas a sus puretonas, menos achacosos a sus viejos y, si la hubiere, más virtuosos a los sacerdotes de su parroquia. Según las citadas lumbreras, después del bálsamo de Fierabrás, del unto sin sal, de los polvitos de la madre Celestina y de los parches de la calle Relator, no hay fórmula milagrosa más infalible que la peatonalización. Tales argumentos, por ejemplo, han sido expuestos en el intento totalitario de peatonalizar Asunción contra el parecer de sus comerciantes y vecinos, quienes, como son unos impresentables, rechazan que el Ayuntamiento los haga ricos y que sus pisos se revaloricen una cosa mala, y a la crisis inmobiliaria que le den por saco.

Pero la realidad, con su terquedad, se empeña en negar lo que piensan los peatonalizadores municipales. La realidad, con sus hechos, tira por tierra las buenas intenciones de estos grandes hombres, que lo único que quieren es hacernos felices a los sevillanos. Desagradecida que es la realidad.

La realidad, verbigracia, es la calle O´Donnell. Lejos de enriquecer a sus comerciantes, la peatonalización de O´Donnell está acabando con ellos. Lo han dicho bien claro: la mitad de los negocios de la calle ha tenido que cerrar. Las palabras del presidente de su asociación, José Martínez, han sido: «La peatonalización nos hunde, y esto puede verse paseando por la calle y comprobando cómo la mitad de los comercios están cerrados».

En los viejos recuerdos comerciales de la otrora floreciente calle, de Almacenes Lázaro Coloniales, de La Casa Sin Balcones, de los Almacenes Santos, tan prósperos que hasta inventaron las franquicias con las tiendas de tejidos asociadas que tenían por los pueblos, llego a pensar que a veces la peatonalización, lejos de ser fuente de vida como creen quienes la recetan, es causa de la muerte comercial de muchas calles. Miren la calle Francos: ¿habrá algo más peatonal de toda la vida que la calle Francos? ¿Y cómo está la calle Francos? Muerta. Pasen por delante de lo que eran Los Caminos, vulgo Peyré, en ese tramo final desde Chapineros a Placentines. Es como si hubiese caído una bomba biológica y allí no hubiera quedado nadie ni nada vivo.

Con todo el viejo centro peatonal acabó el Cortinglés del Duque, al variar las fronteras comerciales. Hasta la llegada del Cortinglés, El Duque no era comercial, lo comercial era Francos. El Cortinglés revitalizó el eje Plaza Nueva-Duque. Pero sólo hasta El Duque: no hay vida comercial después del Cortinglés. No busquen esplendor comercial más allá, ni a lo largo de Trajano ni hacia Jesús del Gran Poder. La geografía comercial es un misterio, una lotería, un azar. Si me apuran, un capricho de los veleidosos sevillanos.

Comercialmente, las calles cobran vida o mueren no por decisión del Ayuntamiento, sino por los cambios de costumbres, por la evolución de los modos de vida, por las modas, por los gustos. No hay leyes que lo determinen. ¿Por qué la mitad de los comercios de O´Donnell han cerrado y en cambio al lado, comunicada por el Pasaje Alonso Vicedo, por Josefa Reina Puerto y por Olavide, la peatonalizada calle San Eloy resiste, con sus gloriosos escaparates del bacalao y las conservas? Ah, misterios de los duendes de Sevilla. Que no tienen nada que ver con el dedo dictatorial que quiere peatonalizar media ciudad, caiga quien caiga. Y siempre caen los que caen. Los comerciantes.

 

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