ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Quién paga el crimen de Marta?

Verán. No hablo de quién paga por la autoría de la muerte violenta de Marta del Castillo. Eso no lo paga nadie. Con el ordenamiento jurídico español en la mano, olvídense de la máxima de «el que la hace, la paga». Aquí, sin que nadie se atreva a protestar, porque es lo políticamente correcto, y ya conocen y sufren la Dictadura de lo Políticamente Correcto, tal norma ha sido cambiada penalmente por esta otra: «El que la hace, se reinserta». Que luego no se reinserta, ¿qué se va a reinsertar? Pero eso es otra historia.

No hablo, pues, de que el autor de la muerte de Marta del Castillo pague su culpa, que probablemente no la pagará, porque aunque le impongan una pena de 1.234 años de prisión, en tres o cuatro añitos estará fuera. Les llaman «penas», ¿sabe usted?, porque da penita ver lo poco que se cumplen en España. Las penas son penitas. Tenemos un sistema penitenciario de Lola Flores: ay, pena, penita, pena.

Me pregunto por el pago del crimen de Marta, pues, no en el aspecto de la pena que se imponga en su día, sino por lo que nos está costando a los contribuyentes la búsqueda de su cadáver, que a la hora en que escribo saco en conclusión de a saber si lo tiraron de verdad al río o dónde se deshicieron de los restos mortales de la pobre muchacha.

Aparte de felicitar y animar a los protagonistas del rastreo, hay que meterle el lápiz a los desvelos de la Policía, de la Guardia Civil, de los bomberos, de todas las instituciones públicas que abnegadamente están buscando el cuerpo desde la confesión de los criminales. ¿Cuánto nos ha costado ya la búsqueda? A Marta se la busca, literalmente, por tierra, mar y aire. En la búsqueda planificada desde Puerto Gelves por un gran policía de raza como el comisario jefe de la Brigada Judicial, don Manuel Piedrabuena, participa desde hace días y días, de sol a sol, la Policía a pie, a caballo, en coche, en moto y en helicóptero. La Guardia Civil está allí con sus buceadores, sus perros, sus lanchas, sus grupos de operaciones especiales, sus motos náuticas. El Batallón de la Unidad Militar de Emergencias con sede en Morón ha sido movilizado. Y sigan poniendo instituciones del Estado en zafarrancho de busca. Y añadan el barco con la cámara hiperbárica para rastrear el lecho del río en tres dimensiones. Y los perros que anuncian que han traído de Holanda. Qué sé yo de cosas y de gente.

Y todo eso, ¿cuánto cuesta? En todo eso, ¿cuánto nos hemos gastado ya? Ojo, que no critico el gasto, ¿eh?, que quede clarito. Quede bien sentado que me parece proporcionado al nobilísimo y dignísimo fin que se persigue con todo este derroche de medios, cual la obra de misericordia cristiana de enterrar a los muertos y dar consuelo a una familia que no sabe qué han hecho con el cuerpo de su hija. ¿Quién paga todo este despliegue? Métanle el lápiz. ¿Cuánta gasolina gasta un helicóptero a la hora? ¿Y cuántas horas de helicóptero se llevan ya voladas río arriba y río abajo para encontrar a Marta? Y ahora, además, con la duda de nuevo cuño: si estos mamones no se habrán compinchado también y puesto de acuerdo para dar una pista falsa acerca de cómo se deshicieron del cadáver de la pobre muchacha.

Ojalá el cuerpo aparezca, y cuanto antes, y ojalá los padres de Marta puedan enterrar a su hija. Ojalá la instrucción del sumario permita un juicio justo y rápido, y todo el peso de la ley caiga sobre Miguel, Samuel, el otro y el que la recogió en la moto. Ojalá las penas sean cumplidas íntegramente, sin rebajas ni planta de oportunidades. Pero nos queda esta pregunta sin respuesta: y el dinero de los contribuyentes lícita y justificadamente gastado en buscar el cuerpo de Marta, ¿quién lo paga?

 

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