ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Mata a Marta y vete a Camas

En la memoria del refranero tradicional andaluz, ya casi olvidada y apenas citada, hay una frase que refería mucho don Santiago Montoto en defensa de su mostachonera patria chica, y que siempre me pareció enigmática: «Mata a un hombre y vete a Utrera». ¿Qué quería decir? ¿Que en Utrera, ante la Virgen de Consolación, «la del barquito en la mano» de Enrique Montoya, se ganaba como una civil absolución general de las culpas, de modo que quien hubiera hecho una muerte obtenía el inmediato perdón? ¿O acaso era que los coterraños de los Álvarez Quintero saben perdonar más que otros pueblos y reinsertan al Arropiero mismo en un periquete?

Nunca acerté a saber por qué quien hubiera matado a un hombre tenía que irse a Utrera. Pero lo que sí voy sabiendo, desgraciadamente, es que quien haya matado a Marta del Castillo, contemplado quizá la agresión fatal, coadyuvado al asesino confeso en el traslado y desaparición del cadáver, destruido las pruebas de la muerte violenta y callado sobre la propia confesión de autoría del andoba, lo que tiene que hacer es irse tranquilamente a Camas. «Mata a Marta y vete a Camas», que, como en todo, No Passssa Nada.

Así que ya lo saben, anoten la frase en la paremiología sobre una Justicia y, sobre todo, un Código Penal en cuya calificación Pedro Pacheco se quedó bastante corto. Pues si la Justicia es un cachondeo, y al juez Garzón sin ir más lejos me remito, que pronto vamos a dejar el baúl de la Piquer y a tomar la toga de Garzón como máxima comparación de quien se harta de viajar... Pues si la Justicia, decía, es un cachondeo, el Código Penal es tristemente de risa. Aquellos garantismos de progre de mierda de Belloch nos trajeron estos desafueros, que una menor lo mismo puede matar sin permiso de sus padres al niño por nacer que lleva en su vientre, que encubrir a un coleguilla y ayudarlo en su casa a destruir las huellas de la sangre, que No Passssa Nada. Lo ha dicho muy claro Antonio del Castillo, el admirable padre de Marta: «No veo lógico que una chica pueda abortar sin el consentimiento de sus padres y para estas cosas no tenga responsabilidad ninguna, pero vivimos en este país y tenemos que aguantarnos». ¿Pero por qué vamos a tener que aguantarnos y no pedimos todos, aparte de la cadena perpetua, la reforma del Código Penal?

Ahora, cuando comparece en el Juzgado para salir de rositas, una institucional alma caritativa le tapa la cara a la niñata cínica que poniendo la mano y embolsicándose el dinero se paseó, «de mostrador en mostrador», por todos los platós de todas las televisiones de todas las bazofias con tomate. ¿Ahora le vais a tapar la cara a la desvergonzada, carnes mías, cuando a rostro descubierto se ha hartado de decir en las televisiones, ella y su madre, que no sabían nada del crimen a cuyo autor confeso prestaron toda suerte de ayuda y encubrieron desde la misma noche de la matanza de la inocente? Y esa madre que paseó a la niña por las televisiones, ¿también se va a ir a Camas tan campante, cuando sabe que las ropas manchadas de sangre quedaron en su lavadora que, vamos, ni en el anuncio de Ariel? Vuelvo a las palabras del padre de Marta: «Si esta chica hubiera hablado al día siguiente, mi hija hubiera aparecido y no se hubieran gastado lo que se han gastado en la búsqueda del río. Le habría ahorrado a los españoles lo que está costando ese dispositivo y a nosotros el dolor que estamos pasando».

Por lo visto el Código Penal tan progre que nos dejó Belloch no contempla ni como encubrimiento ni como cooperación necesaria ni como nada culposo cuanto está ocurriendo con el coro de lamentables personajes que rodean al autor confeso del crimen de Marta en este triste sainete, en esta trágica charlotada judicial. Con este Código Penal, «mata a Marta y vete a Camas».

 

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