A Sevilla siempre le están estallando las costuras. Es como los niños que dan el estirón: todo se le queda chico. Pero a Sevilla, al contrario que a la ropa de los niños, no podemos soltarle el dobladillo o echarle las mangas. A Carlos Herrera se le quedó chico el teatro Lope de Vega para su pregón taurino, y allí no se podía echar el dobladillo. No fue «hasta completar aforo»: fue «hasta la corcha». Como hicieron con el pregón de Semana Santa, el taurino tendrán que pasarlo también al Teatro de la Maestranza, y eso sí que será tela de barroco y dual nuestro: pregonar la temporada de la Plaza de la Maestranza en el Teatro de la Maestranza. ¡Toma ya igualdad de género!

Como a Herrera el teatro, a Sevilla se le ha quedado chico el Metro nada más estrenarlo. Los que decían que no se subirían en el Metro ni aunque se lo mandara el médico, se han hartado de montarse. En su primera semana de funcionamiento, el Metro llevó 333.362 viajeros. Uy... Por qué poquito, si se llegan a quedar en tierra 29, hubiera sido una cifra preciosa, periódica pura: 333.333 en números redondos. Pero es que sólo el Jueves y Viernes Santo transportó a 104.244 criaturas. El medio millón de viajeros está al caer, si no ha caído ya. Y antes de la Feria seguro que llega al millón de viajeros.

—Eso habrá que celebrarlo.

Me imagino que lo tendrán previsto. Y con la intención de márquetin con que se hacen estas cosas. Será como aquello del Turista 10 Millones que se inventó Fraga cuando era ministro de Información y Turismo con Franco. Daba siempre la casualidad de que el Turista 10 Millones llegaba a Madrid, nunca a Málaga, y mucho menos a Sevilla. Y resultaba siempre que el Turista 10 Millones llegaba del país donde más verde ponían a España por culpa de su dictadura: de Suecia, de Noruega, de un sitio nórdico así. El Turista 10 Millones, además, nunca era un turista, sino una turista. Nunca era un tío gordo y calvo, sino una señora. Y no una vieja pelleja, sino una sueca de buen ver y mejor ligar. A la que le entregaban un ramo de flores en la escalerilla de avión, le daban una placa conmemorativa, le pagaban la estancia y la convidaban a los toros y a un tablao flamenco.

Supongo que los señores del Metro, que están en todo, ya tendrán previstas las ceremonias en honor del Viajero 1 Millón. Sin cobrar un duro, les doy ideas. Conviene que el Viajero 1 Millón sea más bien una viajera. Puede optarse por tres posibilidades, tres «escenarios» que dicen los cursis:

1.- Madre de familia de la Ciudad Jardín que coge el Metro en la Gran Plaza para ir a ver a su hija, que vive en Condequinto.

2.- Niña joven y mona, estudiante de Derecho más Económicas, que vive en Mairena y toma el Metro todos los días en Ciudad Expo para ir a clase a la Olavide.

3.- Señora de Los Remedios de toda la vida, que decía que nunca se montaría, pero que ahora coge el Metro en la Plaza de Cuba hasta Nervión, para ir al cine con sus amigas en el Nervión Plaza.

De las tres posibilidades, seguro que saldrá algo así como la segunda. ¿Tongo? No, imagen de la ciudad y del Metro, modernidad y progreso. Y en ese acto del Viajero 1 Millón es donde podían ponerse los tambores y cornetas que faltaron el día de la inauguración, y mira que estábamos en vísperas de Semana Santa. Ramos de flores, regalos, carga gratis de muchos euros en el billete electrónico y foto en los periódicos. Y retransmisión en directo en la Teleliebre del alcalde, claro. Pero Griñán, mejor que no vaya. Que mire lo que le pasó a Chaves, que inauguró el Metro, y al día siguiente lo inauguraron a él como el que está en la Moncloa para irle a por café (para todos) a Zapatero.