ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Tysa-Ford, espejo de la crisis

Hay nombres que suenan a tarde antigua de fútbol. Tysa suena a Maestro Araujo. Usted dice Tysa, le añade Ferrimóvil y es que está oyendo la retransmisión de Araujo desde uno de esos lejanos campos donde se va todos los domingos, qué ganas de meterte en carretera, hijo, con lo cerca que está el Campo de los Mártires, vulgo Estadio Ruiz de Lopera. De tanto oírlo en la publicidad de las tardes de fútbol, Tysa equivale a Ford. Y era la observancia automovilística que servidor tenía mientras estuvo allí de gerente Manuel Arcos, mi querido consejero en materia de coches, a quien seguí desde la Carretera de Carmona a la de Alcalá, cuando la empresa vendió los terrenos y se fue cerca de los recuerdos de Soria 9. Pero Arcos se retiró del negocio y pasé, como en el anuncio del Maestro Araujo, de Tysa a Ferrimóvil, que es como ir de los jesuitas a los dominicos, a otra observancia y a otra forma de entender la misma fe concesionaria, aunque con iguales buenas ganas de quedar bien con el cliente y de tenerle el coche arreglado ora en un periquete, ora como las balas.

Cuando dejé de ir a la Carretera de Carmona con mi Ford de pedales y comencé a llevarlo a revisión, chapa y pintura a la Carretera Amarilla, siempre tras Manuel Arcos, no sabía yo que lo llevaba a reparar a una metáfora de le economía sevillana y al mejor símil de las causas de la crisis que atravesamos y no acabamos de remontar.

Creíamos que la Cultura del Pelotazo había pasado a la Historia, y el de Tysa-Ford nos da la resonancia magnética de su situación. No sé si la leyeron bien, pues si es difícil escribir en los periódicos, leerlos no es menor arte. El pelotazo urbanístico de Tysa me ha recordado la letra del bolero sentimental: «Es la historia de un amor como no hay otra igual,/que me hizo comprender todo el bien, todo el mal». Tysa es la historia de la economía sevillana, como no hay otra igual, que nos hace comprender todos sus bienes y todos sus males.

Esta concesionaria de Ford estaba en la Carretera de Carmona y su propietaria, la sociedad Técnicas y Servicios del Automóvil (cuyo acrónimo es Tysa), dio el primer pelotazo: vendió en 1999 los terrenos por 5,4 millones de euros a Gestión Umbela 4, propiedad de José Antonio Sáenz, que se escribe José Antonio Sáenz y se pronuncia El Cani. Quien, a su vez, en 2002, vendió los terrenos a la sociedad Uriva, en 16,6 millones de euros. Ya vamos ganando 11,5 millones de euros con un solo cambio de manos que, vamos, ni los que hace El Cid cuando se pasa la muleta de la derecha a la izquierda. En 2003, Uriva logra que le autoricen construir 15 plantas, pero luego vienen los problemas con el Ayuntamiento. Total, que venden aquello. A una empresa que tiene nombre de conjunto antiguo de sevillanas: Triana 95. Se lo venden en 27,3 millones de euros. Le sacan 10,7 millones de ganancia al pelotazo. Lo que Tysa vendió en 5,4 millones va ya por 27,3. Y no queda ahí la cosa. Triana 95 le larga el muchuelo en 2005 a Ferrovial, que le paga 31,4 millones.

Resumo: lo que se compró en 1999 por 5,4 millones de euros va ya por 31,4 millones. En seis años, el pelotazo ha producido 26 millones de euros. ¡Y en el solar de la Carretera de Carmona no se ha hecho aún ni un solo piso, y allí no se ha colocado un solo ladrillo, y allí no ha empezado a trabajar ni un solo albañil! No sé cómo lo llaman «el pelotazo de Tysa», si Tysa fue la que menos le sacó. Lo que sí sé es que ésta era la triste realidad de la llamada economía sevillana hasta la crisis: especulación no productiva pura y dura. ¿Dónde están esos 26 millones que ha rentado el pelotazo? ¿Qué riqueza se ha creado con ellos? ¿Cuántos puestos de trabajo?

Bueno, pues todo esto ha ocurrido gobernando en Madrid, en la Junta y en el Ayuntamiento un partido que dicen ellos que es socialista. Aguanten la risa y busquen rincones donde hartarse de llorar.

 

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