Que sepas que donde más se pinta la mona en estos días sin farolillos es antes del comienzo de la corrida, en la Puerta del Príncipe. Como los fijosdalgo del Siglo de Oro se echaban migas de pan en la barba para que pareciera que se habían pegado el atracón, cuando estaban caninos, así los que están con la ruina en todo lo alto se van a la Puerta del Príncipe para aparentar que la crisis no les ha pillado. Por eso hay tanta gente allí a partir de las 6 de la tarde: porque van todos los tiesos muy maqueados, muy encorbatados y muy trajeados, como si fuesen a entrar a una barrera de los capotes, venga a saludar a la gente, venga «hombre, Pepe, qué alegría verte», venga «mañana me paso por allí, Manolo», venga «adiós, Reyes, qué guapa vas». Para hacer más verosímil su apariencia de prosperidad, un rato antes se van a la calle Antonia Díaz, a hacer puerta. A hacer Puerta Grande, el restaurante de Antonio Donaire, que antes y después de los toros parece el anexo de Casa Lucio: está allí todo Madrid y parte del otro medio.

El tieso entra en lo de Donaire como si fuese buscando a alguien, y saluda a los de Madrid y a los de Jerez. Y luego se queda en la puerta, como esperando a alguien, para que lo quinquen quienes van por Antonia Díaz hacia la plaza, con la almohadilla puesta bajo el brazo. Hasta que encuentra en Puerta Grande al famoso-grúa. Llamo famoso-grúa a aquel a quien el tieso simulador se engancha como si fuera un coche mal aparcado que retiran. Llega el que sale en la tele, el torero retirado, el empresario de campanillas, y el tieso aparentador le dice:

—¿Vas ya para los toros? ¡Pues vamos allá!

Y allá, al lado de quien concita revuelo de cámaras y carreras de paparazis, se encamina a la Puerta del Príncipe. Para chupar cámara y salir retratado en el periódico. Vedlos llegar. Tienen un ver. Traen todos puesta cara de salir en las fotos de Pepa Juste. Por eso está muy bien el control de calidad que este año ha impuesto Pepa Juste a su galería. Este año saca a los famosos y conocidos ya dentro de la plaza, no en la Puerta del Príncipe. Porque resulta que antes la gente no iba a los toros, sino a simular que iba a los toros, para que Pepa Juste los sacara retratados como si fueran de verdad a los toros. Este año, con la crisis, las fotos de Pepa Juste fuera de la plaza hubiesen sido espantosas. Más de la mitad de los que hubiera sacado habrían sido simuladores de prosperidad de éstos que tengo calados y localizados, que ronean por allí todo lo que pueden, saludan a diestro y siniestro, se hacen ver, se hacen notar y luego se van a ver la corrida... por Digital Plus. Como el estoque simulado de la ayuda, éstos son los espectadores simulados, los artistas de la ficción de la prosperidad que perdieron.

Que cuando van a remolque del famoso-grúa y ya están a punto de tener que entrar en la mangada de la bulla de la puerta de entrada, a la hora de la verdad, sacan una coartada absolutamente verosímil, para no descubrir el pastel. Cuando ya iban a tener que sacar su entrada y se iba a ver la copla de que no la tienen, te sueltan:

—Bueno, te dejo, que tengo aquí a unos mejicanos y he quedado con ellos en la puerta 7...

Estos días, en Sevilla, si no tienes aquí unos mejicanos, no eres nadie. Todo el que se precie tiene aquí unos mejicanos que atender. Tantos mejicanos tiene que atender la gente, que yo creo que Méjico entero, el Distrito Federal, Guadalajara, Aguascalientes, el Yucatán, todo está vacío. Todos los mejicanos están aquí en Sevilla. Y nosotros atendiéndolos. Pasa con Méjico como con Córdoba, que también debe de estar sola. Se ha venido el obispo, se ha venido la alcaldesa... ¡se ha venido todo el mundo! Como en Méjico, en Córdoba no debe de quedar nadie más que Luismi, que se ha ido allí. Ya lo dijo el poeta: «Córdoba, lejana y sola».