ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cerrar el centro es cargárselo

Hoy tengo una serie de preguntas hasta ahora sin respuesta, que quizá usted pueda contestar mejor que yo:

1.- ¿Qué le han hecho a este Ayuntamiento los coches?

2.- ¿Qué le han hecho los vecinos del centro?

3.- ¿Qué le han hecho los comerciantes?

Algo le tienen que haber hecho. Al Ayuntamiento como tal institución o a sus integrantes como personas...

—Cuidado, para usted el carro.

—¿Por qué?

—Hombre, porque ha llamado usted persona humana al alcalde y a los concejales, y a lo mejor le dicen que es usted un canalla por decírselo.

Pues que me llamen canalla. Zoido, estampe camisetas con esta leyenda: «Yo también soy un canalla, porque pienso que un feto es una persona humana.» (Aunque me queda una duda: ¿es persona humana un alcalde, encima médico, que llama canalla a quien no se pliega a lo que quieren que diga en materia de aborto sus societes los comunistas que le dieron el poder sin haber sacado mayoría en las urnas?).

Algo le tienen que haber hecho los coches, los vecinos del centro y los comerciantes al alcalde y a su equipo de gobierno, tanto de la tribu de los sociatas como de la tribu de los cachimbas. Esto es para que lo estudien Javier Criado y Jaime Rodríguez Sacristán juntos, pero echando horas extras. No se explica esta inquina oficial contra los coches, contra los vecinos del centro y contra los comerciantes como no sea por un trauma indeleble en la niñez de estos señores que nos merecemos que nos gobiernen. ¿Querría el alcalde cuando niño que su padre se comprara un 600, y como no pudo, de ahí que descargue su frustración contra los automóviles? ¿Tuvo Torrijos un maestro que vivía en el centro y que se las hacía pasar canutas en la escuela, de ahí su inquina contra los vecinos del Casco Antiguo? ¿Le quitó un rico comerciante la primera novia que tuvo a mi respetado don Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, de ahí su saña contra el gremio del comercio?

Algo así tiene que ser, Freud puro de oliva. De otra forma no se explica que este Ayuntamiento, de un plumazo, quiera acabar con los vecinos del Casco Antiguo, con los comerciantes y con los coches mediante la drástica medida de cerrar el centro a la circulación rodada. Eso no será cerrar el centro a la circulación: eso será matar el centro, cargárselo, acabar con lo que entendemos por Sevilla. Con la crisis que hay, con la quiebra inmobiliaria que padecemos, con el cierre de los comercios uno tras otro, con las trabas puestas a unos vecinos que no pueden llegar a su casa en coche con la compra del Mercadona, lo único que faltaba aquí era el cierre total del centro. Ya digo: eso será la muerte de la Sevilla de toda la vida, de lo que entendemos por Sevilla.

Sobre todo si no se ofrece nada a cambio. Hombre, usted podría en todo caso cerrar el centro a la circulación si aquí hubiera un Metro de verdad, bajo tierra, que llegara a la Plaza Nueva, al Duque y a la Alameda, como en el proyecto inicial de Plácido Álvarez Fidalgo estaba previsto. Usted podría cerrar el centro a la circulación si hubiera una buena red de autobuses eléctricos, una trama de aparcamientos públicos rotatorios en los puntos de máxima penetración. ¿Hay algo de eso? Nada. Aquí no hay más que calles cada vez más estrechas, con menos aparcamientos, y más vedadas a la circulación, todo peatonal. Como ya he anunciado, hasta que no hagan peatonal la Ese 30 no van a parar. Que será cuando ya se hayan cargado el centro y lo hayan convertido en un Parque Temático para los turistas zarrapastrosos, en una Isla Mágica II. Centro al que, por mucho que lo cierren, verá usted cómo sí siguen entrando los coches oficiales de estos tíos que se lo quieren cargar.

 

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