Lo de Contador en la Vuelta a Francia ha sido toda una lección. No sé cómo le llamamos Armada (como el que no estaba ni se le esperaba), al equipo de tenis de la Copa Davis. Para Armada, Contador en el Tour. Armada Invencible. Su santa madre, Paqui Velasco, seguro que decía en Pinto como Felipe II: «Yo mandé a mi hijo a luchar contra los otros ciclistas, y no contra los elementos, esa partida de mamones que tiene dentro de su propio equipo, ¡menudos elementos!». Por eso, como en la canción de Juanito Valderrama, es el Rey de la Carretera: «Yo soy el amo del mundo,/yo no me cambio por nadie,/ yo mando en la carretera,/y además tengo a mi mare/y una mujer que me quiera».

La más provechosa lección de Contador ha sido su subida al puerto de más difícil escalada en el Tour, que no es el Alpe d´Huez, sino el cajón de los triunfadores en París. Allí nos ha dado la enseñanza más útil para uso interno en España, porque eso de ganarle por la mano a Lance Armstrong, aunque cuenten que es tela de mala gente, no nos sirve aquí para nada. Ha resuelto de un plumazo el problema de la audición de la Marcha Real, vulgo Himno Nacional, cuando se celebran acontecimientos deportivos patrios «in partibus infidelium», esto es, en las Vascongadas o en Cataluña, o protagonizados por equipos de esos hierros y encastes. Ya vieron el bochorno que pasamos cuando la final de la Copa del Rey, que empezó a sonar la Marcha Real y la gente se puso a silbar, a insultar, a abuchear y a todo lo que después dicen los tribunales que no es en absoluto cachondeíto en La Condomina contra Don Juan Carlos, que es libertad de expresión.

Cuando Contador se vistió como Esperanza Aguirre, esto es, con el jersey amarillo, y subió al podio de las emociones, y empezó a sonar el Himno Nacional Danés, me dije:

—¡Tate, esto es lo que hay que hacer en España! ¿Pero cómo no hemos caído antes? Si en la final de la Copa del Rey hubiera sonado el himno de Dinamarca en vez de la Marcha Real, no habría pasado nada.

Es la solución. Del Ebro para allá y del Condado de Treviño para arriba, himno danés que te crió. Un himno que tiene un nombre emocionante, miren cómo se me erizan los vellos nada más pronunciarlo: «Der Er Et Yndigt Land». ¿Y la letra? ¿Dónde me dejan la letra? Allí no han renegado de la letra del himno, como aquí de la que escribió Pemán mucho antes de la guerra civil, cuando Franco era aproximadamente cabo. La letra del himno danés sí que emocionaría a los separatistas que abuchean la Marcha Real. Sobre todo el pasaje que dice: «Der er et yndigt land/ Det står med brede bøge/ Nær salten østerstrand;/Det bugter sig i bakke, dal,/ Det hedder gamle Danmark, /Og det er Frejas sal.» ¿Cómo se les queda el cuerpo?

Ya saben, pues: en vez del facha Himno Nacional, con la reaccionaria letra del «chunda, chunda», o la no menos cavernícola del «la,la,la», que es la que canta Esperanza Aguirre haciendo la competencia desleal a Massiel, lo que necesitamos aquí, para la definitiva aceptación de la diversidad del Estado Español (¡toma ya!), es mucho «Der er et yndigt land/ Det står med brede bøge». Y que no lo traduzcan, por favor, porque es lo más ridículo que se despacha en letra de himno. Aquí no quieren lo de «alzad la frente, hijos del pueblo español» de Pemán, pero en Dinamarca se les caen los lagrimones cuando cantan «Der er et yndigt land», que miren qué cursilería significa: «Hay un país hermoso, sus bellos bosques de hayas crecen a la orilla del Báltico, crecen a la orilla del Báltico. Ondea de valles a colinas, su nombre es vieja Dinamarca». Aproximadamente, como aquí lo de los pajaritos cantan y las nubes se levantan. Pero en danés, para que no se cabreen nuestros socios los separatistas catalanes.