ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El sueldo del Rey

A los españoles nos llamarán luego allí imperialistas, pero en muchos países de Hispanoamérica tú dices «el Rey» a secas y no hay que aclarar que es el de España. Eso se llama peso y poso de la Historia. Fueron muchos años de «Hispaniarum et Indiarum Rex» en las peluconas con las dos columnas de Hércules engarzadas por las culebrillas de la filacteria del «Plus Ultra» en el reverso, de donde salió el signo del dólar. Cuentan que cuando Lula se enteró que el Rey iba a Copenhague a apoyar la candidatura olímpica de Madrid, le faltó tiempo para coger el avión y no ser menos que don Juan Carlos. Y que, por las mismas, no a otra razón se debió la presencia fugaz de Obama y de la Obamesa vestida de amarillo, con la mala suerte que da el amarillo, anda que no iban a descalificar a Chicago, con ese color.

Siguen contando los que estuvieron donde los cantos de la Sirenita se deshacen con la fábrica de destrucción de sueños del COI que mientras que Obama y la Obamesa fueron de paseo triunfal, el Rey fue diligentemente a cavar los tomates que le habían encargado, a sentarse con un delegado de los chirlos mirlos para explicarle pacientemente las ventajas de Madrid y pedirle el voto. «Y luego dicen que el pescado es caro...» Y luego dicen que es mucha la consignación presupuestaria para la Casa del Rey, y van y se la congelan, dada la crisis. De lo dicho sobre la congelación de sueldo de los funcionarios no hay nada de momento. Aquí al único que ya, como las balas, le han congelado el sueldo, como si con ello fuéramos a salir directamente de la crisis en la España que sigue despilfarrando el dinero, ha sido a quien al fin y al cabo es el primer funcionario público del Estado: a Su Majestad el Rey.

Que estira bastante ese sueldo, por el pluriempleo en que me lo trae el Gobierno. No creo que en todas las plantillas y escalafones de Estado haya un cumplidor más fiel que Don Juan Carlos. ¿Que hay que ir a Copenhague, a dar la cara, a usar el prestigio personal en beneficio del Reino de España, a buscar votos, a convencer a tíos con turbante o con chilaba? Allí está el tío, con toda la barba. ¿Que por las razones que sea hay que recibir a Evo Morales, y tragarse todos los sapos que figuren en el menú de la cena oficial cuando el tío, en tu propia casa, te diga de que eres un imperialista y un colonialista, y que menos mal que han llegado a este palacio los indiecitos guaraníes que tus antepasados exterminaron desde aquí ordenando su genocidio? Pues el Rey tiene que recibir a Evo Morales en su casa, que es el Palacio Real, y escuchar que le miente sus castas, lo cual es como si tu convidas a cenar en tu piso a un señor de por ahí, el tío de momento se caga en tus muertos y tú, encima, tienes que ponerle una sonrisa de oreja a oreja. Como a ti eso no te entra en el sueldo, le pegas al gachó dos guantadas y lo pones en la puta calle. Pero como al Rey le entra en el sueldo, pues como la copla de la oscura golondrina: «Con lo que quieran llamarle se tiene que conformar».

No le arriendo yo las ganancias del sueldo al Rey con las visitas que le obligan a recibir al pobre. Anda que lo visita la flor y nata mundial... ¿Y lo de Hugo Chávez? ¿Habrá que tener poca vergüenza para ver que el Rey se ha dejado la barba y preguntarle que si está imitando a Fidel Castro? No hay por el mundo tiranuelo o dictadorzuelo a quien el Rey, porque le entra en el sueldo, no tenga que recibir. Por el mundo y por España. ¿Y aquello del despechugado y deslachado Cayo Lara, que fue y le enseñó al Rey en su propia casa una hoja de ruta que marcaba el camino alfonsino de Cartagena y un anillo con una fecha por dentro, que era el 14 de abril?

Y aún dicen que el pescado es caro y lo congelan... Si en Copenhague nos han dado la bacalada no ha sido desde luego por culpa del Rey, que bien que se trabaja el sueldo.

 

 

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