EN Oriente no deben de conocer las tallas y Sus Majestades los Reyes Magos, por tanto, no tienen ni zorra idea de ellas. Si ven M en una magnífica camisa de franela inglesa a cuadros, justo la que Cristina les ha pedido para Borja su sobrino, que quería tener una como la de tío Rodrigo, creen que la M no es la talla. Como creen que M son todas las camisas que Melchor trae en su camello. Y del mismo modo, están convencidos que una G en un jersey de Burberry maravilloso no es la inicial de Grande, sino la de Gaspar, que los trae a cientos.

Tan cansados vienen los Reyes de su largo caminar en pos de la estrella, y de no confundirla con la Estrella Damm, la Estrella del Sur o las cinco estrellas de Mahou, que en veintiún siglos de Cristianismo no han tenido tiempo los pobres de aprender que los zapatos que sacan niños y mayores al balcón para que les dejen los regalos también tienen tallas. Que un pie que calza un mocasín del 43 difícilmente puede entrar en unos zapatos de ante maravillosos, con suela de crepé, del 41. Creen los Reyes, no sé, que eso del 39 o del 41 en los caballeros y del 35 o 37 en las señoras es cosa de la Bonoloto, o de líneas de autobuses, algo así, porque los hechos, año tras año, demuestran que del mismo modo que sus majestades de Oriente no tienen puñetera idea de tallas de ropa, en zapatos es que lo desconocen todo. Claro, como ellos calzan las regias babuchas orientales de talón descubierto y no tienen el menor riesgo de que un zapato demasiado chico o demasiado grande les destroce el pie y los haga carne de podólogo...

A la vista de que mañana será el Día Nacional del Regalo Descambiado a causa del desconocimiento regio sobre las tallas, estoy por proponer a don Isidoro Álvarez que envíe a Oriente para próximas Pascuas de Reyes a varios jefes de planta de señora, de caballero, de niños y de zapatería del Cortinglés, para que instruyan a SS. MM. acerca de qué es el 37 y qué la XL. Teórica más que necesaria, con la que estoy seguro que don Amancio Ortega podría colaborar enviando a dos maestras de novicias de las que instruyen a las dependientas nuevas en Zara. Porque si yo le tuviera que escribir hoy a los Reyes Magos mi carta, debería ser de este tenor de mosqueo y desilusión:

«Queridos Reyes Magos: todo el mundo escribe a Vuestras Majestades para pedirles cosas antes del 6 de enero. Por eso os extrañará que yo lo haga este mismo día de la Epifanía del Señor en San Lorenzo. No, no es que me haya olvidado de escribir la carta. Os doy las gracias por todos los juguetes que habéis traído a los niños de toda España, justo los que anunciaba la tele, que a ver si Vuestras Majestades influyen para que acaben con esta forma de maltrato infantil que es la publicidad de juguetes. Pero un año más, por lo que a mí respecta, os habéis lucido, hijos, con las tallas de los regalos de cosas de vestir y calzar que soléis traernos a los mayorcetes. ¿Pero no sabéis, almas mías de Oriente, que mi número de zapato es el 42, y no el 40 como el de los Sebago que me habéis echado? ¿Y no sabéis que mi talla de jersey es la M o incluso la S? ¿Dónde voy yo arrastrando las mangas XL del maravilloso de cashmere que me habéis traído? O a lo mejor no lo desconozcáis, mis apreciados Monarcas de Oriente, y esta frustración mañanera del 6 de enero ante los zapatos chicos y los chalecos grandiiiiiiiimos es la sibilina forma que habéis adoptado para echarnos carbón a los mayores que hemos sido malos. Pues que sepáis que el carbón Sebago del 40 que me habéis echado no me lo puedo poner, y decidme: ¿cómo lo descambio yo mañana en el Cortinglés, si no me habéis dejado el tique de compra? Otra vez, por lo menos, dejadnos los tiques de compra, Majestades, que ya los descambiaremos nosotros mañana, Día Nacional del Regalo Devuelto por falta de trapío o exceso de romana».