Todo el mundo ha oído hablar del Euskobarómetro y le da mucha importancia. Ya saben, la encuesta que se realiza periódicamente en la Comunidad Autónoma Vascongada, vulgo País Vasco, en la que, como la gente suele responder con libertad y por así decirlo con la capucha puesta, pues viene a decir de vez en cuando que los habitantes de aquellos territorios están hasta la coronilla de estar hasta las trancas con los asesinos terroristas de la ETA. En Sevilla tenemos algo así como el Euskobarómetro, si no mejor todavía. Lo que ocurre es que, como a todas nuestras cosas, no le damos la menor importancia. Mi sabida tesis del café, símbolo del desprecio del sevillano por sus cosas y sus gentes:

—¿Pero cómo va a ser importante Fulano, y cómo le han podido dar ese premio, si yo tomo café con él todos los días?

El Euskobarómetro de Sevilla, esto es, el Hispalbarómetro, es el Barómetro Socioeconómico de la Fundación Antares, que realiza el Centro Andaluz de Prospectiva, que dirige Antonio Pascual, ex consejero de Educación de la Junta y especialista en Sociometría. Al modo de las oleadas del EGM, del Hispalbarómetro se hacen periódicas ediciones, encuestas que bichean cómo está el patio y por dónde respiramos.

Acaba de salir la IX edición de este que bautizo como Hispalbarómetro. Y no sé cómo los responsables municipales no van en cuadrilla al doctor Pedro Cavadas para que les haga precio en el trasplante, porque se les debería caer a todos la cara de vergüenza de la forma que tienen de gobernar contra los intereses de los sevillanos. El Hispalbarómetro le mete el lápiz de la sociometría a las grandes obras faraónicas del camelo de la Movilidad de la Sostenibilidad, que en las próximas elecciones presentarán como grandes logros estos señores que gobiernan no a Sevilla, sino contra Sevilla. A saber: el Metro, el tranvía y el carril-bici.

La conclusión del Hispalbarómetro es terrible: a los sevillanos se la sudan y se la remanfinflan tanto el Metro como el tranvía, así como el carril-bici con Sevici y todas sus castas. Oído, que voy a llamar, que no se mueva un varal con estos datos:

El 55,7 por ciento de los sevillanos no se ha montado en el Metro. (No se dice de ese 55,7 por ciento los que, además, no se piensan montar en su vida, que serán la tira.)

El 63,5 por ciento de los sevillanos no usa el llamado Metrocentro en sus desplazamiento al centro. (Entre otras cosas, porque hay que ir hasta El Prado para usar el tranvía en los desplazamientos al centro.)

El 81,7 por ciento de los sevillanos no utiliza el servicio de Sevici, las dichosas bicicletitas de paganini para ir por la movilidad de la sostenibilidad del camelo del carril-bici.

Debe caérseles la cara de vergüenza a quienes nos gobiernan porque se han gastado las millonadas que no tenemos, han puesto la ciudad patas arriba, han creado el magno caos de tráfico que nos acongoja y se han cargado a Sevilla para tres cosas que no hace la inmensa mayoría: montarse en el Metro, subirse en el tranvía y usar las puñeteras bicicletas.

Quiere ello decir que este gobierno municipal (o lo que sea) usa la misma estrategia de Zapatero para ganar las elecciones: contentar a las minorías radicalizadas y bajarse los pantalones ante ellas (que si gays, que si lesbianas, que si abortistas, que si separatistas, que si antimilitaristas, que si ecologistas) con tal de tenerlas contentitas para sumarlas y construir con ellas una «mayoría de Progreso» (esquina a Felipe II). Un dato: sólo el 18,3 por ciento de los sevillanos usa las bicicletas de Sevici por ese dictatorial carril bici, causante de que en los continuos atascos de circulación se consuma más gasolina y se contamine más el aire que si en la calle San Jacinto hubieran puesto una central térmica.