ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


¿Les regalan los millones?

¿A quién va a ser? A los gobernantes del Ayuntamiento. Es la sospecha que tengo. Que hay por ahí un jeque riquísimo enamorado de Sevilla, dueño de media Arabia y parte de la otra media, a quien cada día le entran en sus arcas del emirato paletadas de millones con los pozos de petróleo, y como estuvo por aquí por Sevilla trescientas catorce veces en viaje de novios (porque el gachó tiene trescientas catorce mujeres con las que, naturalmente, ha hecho trescientos catorce viajes de novios), quedó tan cautivado por la ciudad que antaño fue faro de Al Andalus, por los mocárabes del Alcázar, por los atauriques de la Giralda y por los beduinos de la Cabalgata, que desde entonces no hace más que arrimar dinero y más dinero a su capital soñada. Caprichitos de moro rico, que igual que otros se lo gastan en casoplones de Marbella y en yates del Puerto Banús, este Jeque Mengueleque se lo gasta aquí en Sevilla, en el Ayuntamiento, al que dijo: «Que en La Encarnación no baje la jaula, Jaime, digo, Al Fredo. Si por es dinero, no tienes más que pedir por esa boquita, corazón».

Así, claro, después de pagar las setas de La Encarnación, el jeque de los emiratos le mandó al Ayuntamiento, siempre de su bolsillo, vamos, de la faltriquera de su chilaba, los 18 millones que faltan para gastarlos en Loctite para que aquello pegue (que no pega en Sevilla ni con cola) y no se derrita cuando vengan las grandes calores, si sabrá el moro de calores, con la caló que hace en el desierto, ofú, Alá mío de mi alma, qué caló más grande y qué moscas más gordas y más pegajosas.

En su política de «que no farte de ná», el emir enamorado de Sevilla le mandó también al Ayuntamiento los 12 millones que hacían falta para pagar nada más que los vagones del trenecito turístico llamado tranvía, cuyas obras y catenarias había ya pagado antes a tocateja. Y ahora le va a mandar otros 15 millones más, para que puedan circular sin catenarias y así se luzcan las cofradías, que no hay cosa que le guste más al jeque que ver un palio sobre los pies a los sones de «Caridad del Guadalquivir», marcha que le recuerda mucho las músicas de su tierra, porque al jeque le va la marcha procesional, es un jeque cofradón, de los que le gustan al hermano mayor de Los Javieres.

Del mismo modo, el jeque generoso va a correr con la parte contratante de la primera parte de la morterá que hay que poner para la ampliación de Fibes, porque allí se celebra el Salón del Caballo y no hay nada que le guste más al tío que un caballo andaluz, ya que los caballitos de jamón no puede ni probarlos, porque el Corán prohíbe el jalufo.

También ha mandado ya el jeque los dos millones y medio de euros (para él, media pringá) que va a costar blindar el centro a la circulación, a fin de dar convenientemente por saco a los vecinos fachas y a los comerciantes rancios, cifra que se va a gastar en cámaras para vigilar los coches de gente tan indeseable, así como para evitar que nadie entre a comprar ni una bobina de hilo negro al centro, estando ahí Ikea y estando ahí Carrefour, que es donde tiene intereses el jeque que le manda los millones a peluz a su amigo Al Fredo.

Lo de la calle Asunción, lo de San Jacinto, lo de la Alameda, lo de la calle Luis Montoto, los siete mil kilómetros de carril bici, lo de la Puerta Jerez y su quiosco, todo lo ha pagado el Jeque Mengueleque. Si no, ¿de qué? No es que el Ayuntamiento tire el dinero, como dicen los fachas malpensados. Es que los millones se los regalan. Por eso personas tan responsables como nuestros gobernantes municipales, que miran tanto por el dinero público, hasta el último euro, gastan y gastan con esa alegría. Es porque, en efecto, aquí regalan los millones. Esto tiene que ser cosa de los emires... por donde se mire. De un jeque enamorado de Sevilla. Que como se entere cómo están despilfarrando sus millones, se va a quitar la babucha, se va a liar a babuchazos y...

 

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