ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El manitas de la TDT

Miguel Sebastián, el ministro de Industria, es más cumplido que un luto en Guareña. ¿Pues no que no sólo le da la bienvenida a la TDT, sino que le organiza un acto de recibimiento? Será para compensar. Probablemente era un acto de desagravio por las cosas que ayer le dirían a la buena señora, mentándole sus castas todas, cuando muchos españoles enchufaron la tele y pusieran la cadena que pusieran, les salía la pantalla en (pepiño) blanco, con un aviso que para muchos sería aproximadamente chino: «La programación de TV Analógica ha dejado de emitirse por este canal. Puede seguir visualizando este programa en TDT. Más información 901 2010 14». Tan buen concepto tiene Miguel Sebastián de los españoles, que cree que aquí todo el mundo sabe qué es la Televisión Analógica. Aunque visto por otro lado, el aviso era como la metáfora perfecta de la situación en que queda España en vacaciones de Semana Santa: «Todo estará cerrado desde aquí hasta el lunes, y si es en Cataluña, hasta el martes, para que luego digan que allí son tan trabajadores. Para una urgencia puede acudir a la tienda de los desavíos o a los chinos de los veinte duros, que no cierran los tíos ni aunque esté el Señor muerto».

Sebastián, tan cumplido como un luto en Guareña, en la bienvenida que nos habrá costado un congo molongo, ha sido como el «Gracias por venir» de Lina Morgan. Ha dado las gracias a todo el mundo por la chorrada máxima de la TDT, cuya urgencia no acabo de comprender en plena crisis, cuando Europa nos daba unos añitos más para que entráramos por este aro absurdo, con lo bien que se veía mi televisor de toda la vida, el que usaba mi gato Remo como escabel calentito para dormitar los siestones del siglo. En plan Lina Morgan, menos a los novios que al final están y que no aplauden y yo sé por qué, Sebastián ha agradecido el esfuerzo y el trabajo conjunto de todo el mundo: las administraciones, la industria, los radiodifusores, las cadenas de televisión, los operadores de red, los fabricantes de adaptadores, los antenistas.

Pero Miguel Sebastián se ha olvidado del verdadero artífice de la revolución audiovisual de la TDT, sin el cual no hubiera sido posible el que ha presentado como milagro tecnológico español y ejemplo para las sociedades avanzadas: el manitas español. El manitas de toda la vida. Si tú a Arquímedes le dabas un punto de apoyo y movía el mundo, el manitas español lo aventaja. Dale al manitas un destornillador y un trozo de alambre y moverá el mundo. Tan lo moverá, que ahí lo tienen, según las cifras que dio el cumplidísimo aunque olvidadizo ministro de los agradecimientos: 31 millones de españoles de 4.172 municipios que la tienen desde ayer sin más remedio, más 15 millones de españoles de otros 3.940 municipios que ya la tenían de fases anteriores de esta máxima paparruchada tecnológica, han abjurado de la falsa religión de la TV Analógica y abrazado la verdadera fe de la TDT. ¿Hubiera sido ello posible sin el manitas español? De ninguna manera. Millones de españoles pueden ver la TDT no gracias a Miguel Sebastián, sino gracias al manitas amigo de la familia que le instaló el chismarraco en el televisor antiguo para poder verla. El amigo del niño que se da muchísima maña para esto de los ordenadores; el noviete de la niña que estudia para Teleco; el vecino mañoso y servicial; el portero de la finca que no vea usted la de problemas que nos soluciona; ese pariente viejorro que hizo los cursos por correspondencia de la Escuela Radio Maymó, uf, qué antigüedad... ¿Quién no tiene un manitas a mano? ¿Y quién no ha recurrido al manitas para que le instale la puñetera TDT en el televisor de toda la vida? ¿Cuántos españoles pueden ver la TDT exclusivamente gracias al manitas, que es el único que sabe poner La 1 en el 1, y Antena 3 en el 3, y Tele 5 en el 5, y no todo el rebujón, conforme vaya saliendo en el mando a distancia? Loor y gloria, pues, al manitas español. Muchos países europeos aún no tienen TDT obligatoria precisamente por eso: porque como allí no hay manitas...

Sobre la TDT, en El Recuadro, Mi gato Remo odia a la TDT

 

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