ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ikea sí que es una nación

HAY que ir pensando en cambiar el repertorio de comparaciones populares. Lo de tomar por el pito del sereno se ha quedado desfasado, porque no hay ya serenos. Para pitos y para serenos, la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto catalán. Lo del sereno hay que cambiarlo: «Tomar a algo como las sentencias del Constitucional en Cataluña». Hay que pasar del pito del sereno al pitorreo de Montilla encabezando la insumisión para no acatar la sentencia. Y, lo que es peor, ZP tragando, reformando cuanto haya que reformar para aplicar al Estatuto la Doctrina del Pulpo. No del pulpo Paul del Mundial, sino del cefalópodo del mariquita que cayó al mar y un pulpo le metió el tentáculo por do más pecado había. Y todo el mundo: «¡Matad al pulpo, matad al pulpo!». Y el parguela, en la gloria: «Al pulpo, ni reñirle». El Estatuto va de pulpo del mondrigón.

Insumisión por insumisión y Constitución en mano (la que dice, jejejejé, que todos los españoles somos iguales), iba a proponer que cuando no nos guste una sentencia, hagamos todos como Montilla. Que nos vayamos a la Moncloa y le digamos a ZP: «A ver cómo te las avías, tío, pero yo esa sentencia no la pienso cumplir y sus folios ya los he puesto en el cuarto de baño, donde el Renova». Cuando un juez le retire a usted el carné de conducir, pida que la sentencia sea aplicada como la del Constitucional en Cataluña: «¡Tequiyá, hombre, que te crees tú eso!».

Pero he desistido de la llamada a la insumisión general. Igual que el otro día propuse un gobierno de concentración con Botín el del Santander de presidente e Isidoro Alvarez el del Cortinglés de vice, hoy planteo la necesidad de que el Tribunal Constitucional sea sustituido por Ikea. Para obligado y estricto cumplimiento, las Normas de Ikea, qué Constitución ni Constitución. Fui al Ikea de mi feligresía en rebajas y me topé con las Normas de Ikea, que deben de ser la Constitución de la República Independiente de mi Casa. Llegué pronto, y con un carrito para bultos gordos fui al ascensor. Un señor de amarilla camiseta me lo impidió: «Las normas de Ikea prohíben subir esos carros en el ascensor». Vi en las rebajas una alfombra persa magnífica y baratísima. Pesaba un quintal. Tras buscar esa aguja en pajar que son los dependientes de Ikea, di con uno, y le pregunté si por la alfombra podían venir los de Pantoja, empresa auxiliar que te retira las compras, te las lleva a tu casa y te monta los rompecabezas en forma de mueble. Imposible: «Las normas de Ikea no dejan que los de Pantoja retiren artículos fuera del autoservicio, y esto es show room». Así que tuve que enrollar y cargar con la alfombra y llevarla hasta la caja. Ríanse de las aduanas. La carabinera-cajera me ordenó: «Según las Normas de Ikea, hay que desenrollar las alfombras para ver que no lleva usted nada dentro». Pero cuando vio que en el carro llevaba además 20 bombillas y 25 perchas con la pretensión de comprarlas, me expulsó de la Caja Exprés: «Según las Normas de Ikea por aquí sólo se pueden pasar hasta 10 artículos, tiene que ir a una caja general».

¡Los muertos de las Normas de Ikea, qué Constitución más inflexible y pétrea! A Montilla querría yo ver en Ikea con el Estatuto rechazado por exceso de trapío. ¡Prontito le iban a cambiar ni una coma a la Constitución Española si fueran las Normas de Ikea!

 

 

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