ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Los chinos toman Las Siete Puertas

Pues este dual de Sevilla se le ha ido vivo a los expertos en contradicciones barrocas. Han cerrado Las Siete Puertas. Una de las dos Siete Puertas. La de la calle Daos...

—¿La calle Daos? ¿Qué es eso?

Pues la pronunciación sevillana del nombre histórico de Puente y Pellón: Dados. Que es como la llamaba la Sevilla que iba a comprar a la calle Daos, donde había, entrando por Lineros, en el rebellín con que arrancaba frente a la tienda de Algarín, una juguetería maravillosa, El 0´95, donde mi tía María me compraba soldaditos de plomo en uniforme de Regulares de Ceuta y unas placitas de toros mágicas y de ensoñación, de cartón, con los toreros y los toros de plomo, y el albero fingido con papel de lija del 3.

Han cerrado Las Siete Puertas de la calle Daos, una de las duales Siete Puertas que había en Sevilla. Las Siete Puertas de Iglesias, Pérez y Soro era un comercio de tejidos fundado en 1913, acreditadísimo. Pero eran dos las Siete Puertas. Había otras donde no podían poner un pie las señoras de toda la vida que iban a comprar telas para la modista. Las otras Siete Puertas eran las de La Europa. Un bar de mala nota con reservados arriba, situado en el epicentro del puterío, con tanguistas al alterne, propiedad de Agapito Jiménez Calvo, quien como en todos sus establecimientos (La Marina, La Punta del Diamante o la Venta Marcelino), tenía puesto, como si fuera un santo, un retrato del Doctor Fleming, en agradecimiento a los milagros que su penicilina había obrado de cintura para abajo con la clientela. Las Siete Puertas de La Europa esquina a la Correduría tuvieron su época de esplendor con la llegada de los americanos, que se gastaban allí los dólares a espuertas, y armaban las grandes broncas, siempre resueltas por un jeep de la Policía Militar americana que llegaba con cinco negrazos de uniforme y cascos blancos, repartiendo vergajazos y tirando tíos al suelo. Y en aquellas Siete Puertas de la monumental cañera para 125 cañas de manzanilla era donde por la Madrugada le gustaba ver la Macarena a Florentino Pérez Embid, que una vez al año santificaba el pecaminoso lugar, tomándose una palomita de aguardiente en el manchado mostrador.

Las que han cerrado han sido Las Siete Puertas de las sábanas de la Viuda de Torrás y del mil rayas de Orillo Verde Carol. Las Siete Puertas era una centenaria institución de la calle, como El Oro Blanco, como Almacenes Arias, afortunadamente abiertos todavía y luchando contra la supresión de las paradas de autobús en La Encarnación y la intoxicación de setas. Dicen que las setas serán buenas para el comercio de la zona, pero Las Siete Puertas de momento ha cerrado.

Aún suena por las radios de cretona el anuncio del veterano comercio de tejidos, símbolo de la modernidad de la época: «Siete, Siete, Siete Puertas, usted tiene la ventaja». Pues la ventaja, ay, la han tenido ahora los hijos de la Gran China, que se quedan con Las Siete Puertas tras su liquidación y cierre, para poner un bazar. Lo de los chinos en Sevilla es como la Gran Marcha, pero sin Mao. En el centro, al paso que vamos, lo que no sea una multinacional o un Zara, será un bazar chino. Los chinos están tomando Sevilla como la tomaron los franceses de Soult o los moros de Queipo. Porque al comercio tradicional le tocó la china con este Ayuntamiento que está matando la vida del centro y convirtiéndolo en una Disnisevilla. Como Disnilandia, Disnisevilla.

 

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