ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Elogio del chino de los 20 duros

La segunda potencia económica mundial no es ya el Japón. La segunda potencia económica, y hablándole además de tú a los Estados Unidos, es la China.

—Eso es por el dinero que los sevillanos nos dejamos en los bazares de los chinos.

—Y porque en Wall Street se han enterado que los chinos se han quedado hasta con Las Siete Puertas.

—Cuando nos descuidemos, convierten la muralla de la Macarena en la Gran Muralla China.

—No, ya la han convertido. En la Ronda de Capuchinos, frente a La Pastora, hay un restaurante chino que se llama así, La Gran Muralla Macarena, ¡toma ya!

—¿Y usted ha visto alguna vez lleno un restaurante chino?

—No, eso es como el entierro de los chinos. Nadie ha visto nunca lleno un restaurante chino ni nadie ha visto nunca la esquela mortuoria de un chino, donde diga que el chino que la ha palmado está en el tanatorio de la Ese Treinta.

—¿Y lo de los impuestos que no pagan?

—Quizá será una leyenda. No me creo que los chinos no paguen impuestos, ni siquiera el IVA, como es voz común.

—Pues aseguran que hay un convenio de España con la República Popular China, vamos, con la dictadura china, que dice que para promover los intercambios comerciales, los chinos que abren un chino de los 20 duros están exentos de pagar impuestos durante cinco años. Y que cuando ese plazo se va a cumplir, le pegan el traspaso a otro chino, para el que empieza a correr de nuevo el plazo de cinco años de exención fiscal.

—Hay que ver lo que sabemos de chinos, usted...

Y no sé si los miramos con simpatía o con recelo. Tras los restaurantes baratos del rollito primavera, ahora los chinos han globalizado algo que había en Sevilla en todos los barrios, una institución: la tienda de los desavíos. Esa accesoria, entre despacho de pan y tortas y lechería, abierta a todas horas y en la que encontrabas incluso en domingo o en festivo lo que se te había olvidado comprar: el bimbo, la cerveza para ver el partido por la tele, los pañales para el niño. Isidoro Álvarez el del Cortinglés quincó en Sevilla las tiendas de los desavíos y creó Opencor, que es una tienda de los desavíos a lo bestia. Y los chinos, a su vez, quincaron el Opencor e hicieron lo mismo, pero en miniatura y tirado de barato. Como en el viejo anuncio de Rodri («Piense un mueble, Rodri lo tiene»), piense algo que le haga falta un domingo a las 9 de la noche, que el chino de los 20 duros lo tiene: el chopepó para el bocata del cole de los niños, pilas para la radio, leche. De todo en un cuchitril.

Yo admiro a los chinos de los 20 duros. Más que quejarnos de su competencia ilícita, deberíamos imitarlos. Son el modelo que aquí se usaba en los años 50 y 60: la familia entera trabajando, sin horas, sin gastos de personal ni de Seguridad Social, sin convenio colectivo, y con muchas ganas de salir adelante. Ojalá imitáramos muchas cosas de los chinos de los 20 duros, en esta tierra donde nos gusta tan poco doblarla. Harán la competencia desleal, pero rinden un utilísimo servicio público, en guardias casi de 24 horas. ¿Cuántas papeletas han resuelto los chinos en este agosto con todas las tiendas del barrio cerradas? Yo ya sé por qué China es la segunda potencia económica mundial: por las pechás de trabajar que se pega el chino de la calle García de Vinuesa, que tiene de todo y el tío no cierra nunca.

 

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