Habrá que añadir a las grandes incógnitas de la Historia si el Gobierno se ha ido de veraneo este año o no se ha ido, guardándole el luto la crisis. La agenda de actividades gubernamentales, como hemos visto en ABC, ha estado en blanco, como Pepiño. ¿Pero dónde han estado estos señores? ¿Cada uno en su ministerio, de guardia? ¿O cada uno por ahí, en casa de su suegra, comiendo croquetas, como el vicepresidente del Gobierno británico en la villa de Olmedo?

¿Hacemos buen periodismo en España? Depende. El veraneo de los ministros me hace dudar. Si las ministras fueran modelos, casadas o novias de un futbolista o un torero, seguro que sabíamos si se han ido de vacaciones y dónde. Para buen periodismo, el paparazeo del corazón. No ha habido pelandusca de lujo ni chufla famoso al que no hayan encontrado los paparazis de vacaciones en Ibiza o en Formentera. Ni que decir tiene el seguimiento tenaz que ha tenido Belén Esteban en Benidorm, más que las Infantas y la Reina en Mallorca. Sabemos incluso dónde ha veraneado ese personaje de Los Picapiedras que Carmen Martínez Bordiú dice que es su marido virtual. Cada personaje de esta España del tomate y del sálvame, Virgen María, de tanta abyecta ordinariez, ha tenido un seguimiento informativo que ya lo quisiéramos para los ministros.

Cuando José María García era el rey de la radio deportiva, la gente decía que ojalá aplicara su aparato informativo y su capacidad de crítica a la política. Yo pienso ahora algo así sobre el corazoneo del tomateo que padecemos. Ojalá todas esas energías de los programas ínfimos sobre personajes de quinta y famosos de la serie B se aplicaran en informar sobre los ministros y los políticos. Porque, insisto, ésta es la hora en que no sabemos si se han ido de veraneo. Y si se han ido, ha sido clandestinamente. Con lo que nos quedamos sin saber si se ha ahorrado o no se ha ahorrado en vacaciones ministeriales. ¿Cuánto ha sido el estival chocolate del loro de este gobierno despilfarrador? Sí, ZP no ha ido ni a La Mareta ni a Doñana. ¿Pero ha estado todas las veinticuatro horas en La Moncloa, pensando cómo destruir España más rápidamente y cómo seguir negando evidencias? ¿Qué nos hemos ahorrado? ¿Los langostinos que se tomaba en Bajo de Guía cuando iba a coger el lanchón camino del Coto? ¿Las reformas de la cancha de baloncesto en La Mareta, que este año no hemos tenido que gastarnos un duro para que el mocito haga canastas triples?

Me queda, sobre todas, una gran incógnita: ¿qué ha hecho este verano María Teresa Fernández de la Vega? ¿Ha cogido también este año el avión oficial y ha invitado a sus colaboradoras y amigas a su hasta ahora tradicional gira veraniega por los países hispanoamericanos para repartir ayudas de cooperación y espurrear los millones de euros como si nos los regalaran? ¿Ha ido la Fernández de la Vega, como otros veranos, de Caracas a Asunción en plan desde Santurce a Bilbao, por toda la orilla americana, repartiendo dádivas y mercedes? No lo sabemos. Puede que haya ido o puede que no haya ido. Puede que haya ido, pero sin decir nada a nadie, en plan «tú apaga la luz y no digas ná en Triana». O puede que no haya ido. En cuyo caso el ahorro no han sido los langostinos que ZP no se tomó en Sanlúcar, sino los millones y millones de euros que doña María Teresa ha dejado de repartir en su tradicional y derrochona gira veraniega a gastos pagados y subvenciones cobradas.