ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Rá,rá,rá, el lobito está llorando

Sí, paren por un momento la guerra de las ondas deportivas y pongan a estas letras música de la sintonía de «El Larguero» de José Ramón de la Morena. Más que de La Morena, del Moreno: de Benito Moreno. Del pintor y cantautor sevillano Benito Moreno, que escribió esa canción para su primer disco, donde España olía a pueblo, donde el amor bailaba al sur de la falda de las muchachas. En aquel primer disco que Benito presentó en un teatro Lope de Vega que gritaba «Libertad y Amnistía», en plan Olimpia de París, estaba esa canción, entre tonada infantil y nana para dormir a una afición: el «Rá,rá,rá». Cada noche la escucha España entera en la Cadena Ser. Manuel Machado puro, el pueblo no sabe el autor de la copla que canta. Es el hijo de un iluminador de fotografías y de una sevillana guapísima de la calle Feria: Benito Moreno. El hermano de Josele, el humorista y cantante de Los Payos; y de Maxi, el fotógrafo y dibujante. Una familia de artistas. Había que oír a Beatriz, la madre, en su improvisado puesto de su piso de planta baja en la calle Niebla, donde por la ventana de la salita despachaba chucherías a los chiquillos y cubatas a los albañiles:

—Tiene una gracia mi Josele... Y es más artista mi Maxi... ¿Y mi Benito?

Mi Benito, nuestro Benito Moreno, pintaba delicados bodegones con manteles zurbaranescos, paisajes del alma con máquinas de coser Singer. Y componía canciones que cantaba con su guitarra y su voz a lo Brassens, tan francesas como españolas. Como este lobito del «Rá,rá,rá», quizá Lobo Diarte y el dinero de su traspaso: «Tu afición es sentimiento/y tiene mucho alimento,/hincha, tú eres el mejor,/di que tú eres el mejor/escuchando el transistor./ Rá,rá,rá,/el lobito está cobrando,/los borreguitos pagando...».

El lobito de Benito, el lobito del «Rá,rá,rá», no está hoy cobrando, ni empatando, ni perdiendo. El lobito está llorando. Llorando la muerte de Christian Decallet, la francesa de Lorient que era la vida del artista. La conoció como profesora de Español cuando Benito llegó a la Bretaña sin saber una papa de francés, sólo con sus cuadros bajo el brazo y un sueño de canciones. Christian era francesa de las colonias. Pied Noir. Había nacido en Orán. Por eso, quizá, tenía esa delicadeza de gasa y seda, tan Memorias de África. Christian era la musa, la secretaria, lo era todo para Benito. Para alentar sus sueños de canciones y cuadros dejó su Bretaña y se volvió con él a Sevilla, a un pisito de López de Gomara. Benito seguía escribiendo canciones maravillosas, ponía música a las Rimas de Bécquer, exponía en óleos su universo, ay, las telas de los pintores de Sevilla. Crecieron aquí sus hijos, se puso a trabajar en Protocolo de la Junta. Christian abordó mil ilusiones, como el arte de la encuadernación, con cuánto gusto, con qué refinamiento, con qué entereza, lejos de su paisaje de la mar de Bretaña, donde la gracia de Máxi, el hermano de Benito, echaba de menos las tostadas con manteca colorá y de más a los amenazantes gritos de las gaviotas más grandes, más chillonas y más agresivas del muuuuuundo.

Los que la tratamos y admiramos sus ganas de sacar siempre adelante sus ilusiones, echaremos de menos la delicadeza de Christian. Benito Moreno pintará ahora tristes cuadros de soledad y comprondrá nanas para dormir un dolor, en las que, rá,rá,rá, el lobito está llorando.

 

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