ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Entremeses para El Pirula

Écija es la Ciudad del Sol, la Ciudad de las Torres y la Ciudad de los Motes. La propia ciudad tiene el suyo: la Sartén de Andalucía. No creo que haya otra ciudad en el mundo que, a modo de Elenco de Títulos del Reino, tenga su censo de apodos. Lo publicó Ramón Freire, vamos, El Nieto del Marqués, su mote. Al Libro de los Motes de Écija le puso de apodo «Los títulos que el pueblo concede». El libro tuvo tuvo primera y segunda parte, y por él, junto con la verdadera historia del Bizco Pardal, supimos por ejemplo que a uno que tuvo muchísimos hijos le concedieron en Écija la merced de llamarlo Pollajierro, envidiable título de grandeza.

En Écija, con 95 saludables años cumplidos al pie del cañón de la hostelería, ha muerto José Silva Martín. Lo de José Silva Martín era el mote ecijano que le tenían puesto en el Registro Civil al Pirula. Usted dice Casa Silva Martín y se queda in albis. Pero dice Casa Pirula u Hotel Pirula y lo asocia inmediatamente a la historia de Écija y casi de las comunicaciones en España, porque aquello era un parada obligada en la Nacional IV, cuando las carreteras atravesaban los pueblos.

Cuando esta primavera le pusieron a Curro Romero una calle junto a la plaza de toros de Écija, el banquete de homenaje se lo dieron naturalmente en el Hotel Pirula, donde paran las cuadrillas en el agosto torero, donde se cierran tantos carteles. Y allí, en Casa Pirula, estaba Pirula, el auténtico y bético Pirula, que a sus 95 años seguía sabiendo cortar el jamón como nadie. Eso de Pirula, pues, no era un mote, sino un título de grandeza, aunque José Silva fuera cortete de talla. En la juanramoniana Andalucía del trabajo gustoso, Pepe Pirula empezó a currelar con 10 años, de pinche de cocina en el histórico Hotel Comercio, el que estaba en el Salón, el que servía hasta 40 o 50 platitos distintos en los famosos entremeses de su menú del día. Allí, en el Hotel Comercio, cuando vieron a Pepe tan pequeño, le llamaron El Pirulín. Y Pirulín se le quedó al hombre, que hizo de todo en el Hotel Comercio. Hasta que con su trabajo y esfuerzo se independizó en los años 50 y puso el Bar Pasaje. Se estableció y se quitó el diminutivo. El Pirulín fue ya El Pirula, título que le puso a su Casa Pirula, cuando la abrió en 1953.

En el citado homenaje a Curro, pregunté en El Pirula por el Hotel Comercio, que es como preguntar en el Vaticano por el portal de Belén. Y allí me evocaron la fama de aquellos entremeses del Hotel Comercio. Cuando en los restaurantes había competencia en cantidad de entremeses, de lo caninos que estábamos. La gente iba desde Sevilla a Écija expresamente para comer en el Hotel Comercio, sólo por la fama de sus entremeses. Ponían de todo, qué pechá de entremeses, venga remolacha, y vengan huevos rellenos, y venga cantimpalo. Qué habilidad comercial para hartar a la gente de entremeses y así aliviarse en el menú del día. Yo de niño fui con mis padres un domingo de arroz y gallos muertos ex profeso a Écija, a probar los entremeses del Hotel Comercio. Mi padre alquiló un coche con conductor en la parada de Gran Turismo de la Telefónica y aún me estoy acordando de tantos platitos en forma de concha atiborrando la mesa. Seguramente aquellos entremeses me los sirvió El Pirula en persona. Cuando luego en el colegio el Padre Ortiz explicaba los entremeses de Cervantes, yo me seguía acordando de los entremeses del Pirula en el Hotel Comercio, qué Cervantes ni Cervantes...

 

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