ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El 29, Inmovilidad de la Movilidad

NO sé quién habrá dicho que nuestra sociedad es cada vez más laica y descreída, cuando cada día se inventa un dogma. Civil, pero dogma. Ahora hay dos dogmas laicos que quien no crea en ellos es declarado inmediatamente facha, que es el nuevo anatema para los herejes: el Dogma de la Sostenibilidad y el Dogma de la Movilidad. E igual que la Santa Madre Iglesia dedica jornadas a los dogmas en su calendario litúrgico, cual la fiesta de la Inmaculada Concepción, también celebra las suyas la Iglesia de la Progresía, que existe, con sus cardenales, sus obispos, sus curas, sus fieles y hasta sus beatas, como Bibiana Aido, que es una catequista de la modernidad. Ahora estamos en la infraoctava de la Semana de la Movilidad. Incluso en algunos lugares, como en Cataluña, rizan el rizo, y celebran la Semana de la Movilidad Sostenible, que eso debe de ser ya la pera güílian de modernidad y progreso.

¿En qué consiste el Dogma de la Movilidad? Pues en creer que por las ciudades hay que moverse, pero depende y poquito. Nunca en ese vehículo diabólico, facha, rancio, que es el automóvil. La curia de la Iglesia Civil de la Movilidad ha declarado pravedad herética, digna de toda condena, el uso del automóvil particular: «Delendum est Ford», dice la encíclica «Bicicletorum sostenibilis». Moverse, moverse, lo que se dice moverse, hay que moverse en autobús, en metro, en cercanías, en bicicleta. Todo lo más en taxi. El taxi es la única forma de diabólico automóvil admitida por los penitenciarios y lectorales de la Iglesia Civil de la Movilidad. Ah, sí, y otra excepción: el coche eléctrico. Si al maldito coche lo pasas por Endesa o por Unión Fenosa, ya no es pecado.

Por eso me extraña que fieles creyentes de la Iglesia Civil de la Movilidad como los sindicalistas hayan presentado como consigna para el día 29 todo lo contrario: la inmovilidad absoluta del personal. Tras la Semana de la Movilidad Sostenible, para el 29 no anuncian huelga, sino el Día de la Inmovilidad Insostenible (desde el punto de vista democrático). Y otra contradicción: antes, en las huelgas, los sindicatos convocaban movilizaciones. Se trataba de movilizar a la clase obrera. Ahora se trata de todo lo contrario: de inmovilizar al obreraje en sus casas, en sus barrios, en sus pueblos dormitorios, en sus cinturones rojos (rojos de Carolina Herrera, claro), a fin de que no pueda acudir al trabajo aunque sea un pedazo de esquirol facha.

¿Cómo estos sindicatos tan progresistas van luego a acusar a la derecha y al empresariado de inmovilista? ¿Quién es aquí más inmovilista? ¿Quien defiende el automóvil como motor de la economía patria y pide barra libre de autobuses y trenes para el 29, o quien impone por co...misiones obreras la inmovilización total de la clase trabajadora el día de San Miguel? Lo que dicen los sindicatos, señores, me suena a Tejero, lo siento: «¡Que nadie se mueva!». Sólo falta el «todo el mundo al suelo».

Y al final, pero no lo último, el correo de Canarias, que eso sí que es de cachondeo. Dicen los inmovilistas defensores de la movilidad que en sentido Cádiz-Canarias y viceversa sólo podrá circular ese día un barco, mecachis en la mar. En su perra con la inmovilización de España estos tíos han confundido al ferry de Canarias con el metro Sol-Portazgo.

Jaculatoria final.- De los liberados, líbranos, Señor.

 

 

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