ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Un puñado de valientes

Y de Medalla al Valor, estando, como estamos, en la Muy Cobardona y Tragona Ciudad del No Passsa Nada. De puñado de valientes hay que calificar al centenar de vecinos y comerciantes del centro que el viernes se plantificaron a las puertas del Ayuntamiento para protestar a pie de obra contra la aprobación del Chirrín Chirrán que va a convertir a la Sevilla intramuros en un gueto. En esta ciudad de la cobardía y el mal gobierno conforta ver que alguien proteste contra algo, en ejercicio de lo que cada día da más miedo: la libertad. Me aterra que a muchos dé miedo el ejercicio de la libertad: «Tú no te signifiques, hijo». Señal de que esto va hacia una dictadura. Por eso felicito a los vecinos y comerciantes que le pusieron su valiente voz a la callada y medrosa Sevilla.

¿Que no sirve de nada? Sí, de algo sí sirve. Por lo pronto hasta Navidad no se verá la copla de esa paralización del centro que supone el malhadado plan, vaya plan. Principio quieren las cosas. Cuando la gente vea que las protestas surten efecto, y que al menos retrasan los crímenes de lesa Sevilla, verá usted cómo se abre más la boca en la Muy Callada Ciudad.

Como la ha abierto el hermano mayor del Santo Entierro, otro valiente. Se va a celebrar en Sevilla, y con bendiciones municipales, un Congreso del Aborto. Y en Ciudad Que Calla, y en el mundo de las cofradías que miran para otro lado mientras juegan a los pasitos, don Luis Miguel Onieva le ha puesto la siguiente carta al director del Hotel Meliá Sevilla: «Muy señor mío: Me dirijo a usted en relación al congreso de profesionales del aborto, para mostrarle mi rechazo más absoluto a que el hotel que usted dirige, y que forma parte de una cadena de hoteles de tan alta categoría nacional e internacional, acoja la celebración del IX Congreso de la Federación Internacional de Profesionales del Aborto y la Contracepción, con un programa absolutamente deleznable, encaminado única y exclusivamente a enseñar, perfeccionar y facilitar una práctica tan despreciable como el asesinato de seres humanos, sin posibilidad alguna de defensa. Ruego que se replantee esa equivocada decisión, pues la celebración de ese Congreso en Sevilla, ciudad que en reiteradas ocasiones ha manifestado su rechazo al aborto y la defensa del Derecho Fundamental a la Vida, únicamente podría conllevar consecuencias negativas para su negocio.»

Óle. Tan valiente como los hermanos del Rocío de Sevilla el pasado 20 de mayo, en la salida de la hermandad hacia la aldea desde El Salvador. Al final de la misa de romeros trasladaron el Simpecado a la carreta de plata para iniciar el camino. José Miguel Hidalgo Ortiz y Antonio Álvarez-Dardet dijeron al director de la Banda de Soria, que acompañaba a la comitiva, que tocara la Marcha Real. Dijo el batuta que el nuevo protocolo se lo impedía, y empezaron a tocar lo que les salió de los saxofones. Insistieron los hermanos en el himno y el otro, dale con el protocolo. Le dijeron entonces: «Pues haga el favor de cortar la marcha que toca. Calle la música». Chimpón y fuera. Y entonces, esos valientes rocieros dijeron al tamborilero: «Manolo, toca tú la Marcha Real, que esta banda no quiere». Chero, chero a flauta y tamboril, y repeluco en el alma. Sólo entonces, con los honores rendidos al Simpecado, el hermano mayor Ricardo Laguillo dio los tradicionales vivas a la Virgen del Rocío y a la hermandad. Como yo doy ahora mi «viva» a este puñado de valientes en la Sevilla del No Passsa Nada. Ojalá cada día, contra las tropelías cotidianas y el canguelo ambiente, se oyera la voz de los capataces: «¡Tos poriguá, valientes!».

 

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