ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Cómo en verdad se inauguró la Esclusa

Venía por el puente de Los Remedios después que el doctor Argüeso me revisara los clisos, y en endiquelando desde la barandilla los barcos atracados aguas abajo en el río, pensé:
—Hay que ver lo bien que Argüeso me repara la vista, que desde aquí estoy viendo ahora hasta el Muelle Ciudad de Cádiz, con los grandes cruceros turísticos atracados.
Pero no es que yo alcanzara con la revisada vista las aguas de la querida bahía gaditana donde las radios del Carnaval ya están echando humo de coplas. Era que se había inaugurado la nueva esclusa de la Punta del Verde y que en el muelle de las Delicias estaba atracado el grandioso y enoooooorme crucero «Saga Pearl III», con la matrícula de Nassau campeando en la popa con bandera de las Bahamas. Un barco más grande que la mar. Que la mar que nos queda a sólo 80 kilómetros de Sevilla por el río. El río es como la Autopista Sevilla-Cádiz, pero en fluvial. Los viejos sevillanos lo sabían. Para ir de domingueros a Sanlúcar de Barrameda por el verano cogían el «San Telmo» junto al puente del Triana, en el edificio de El Faro, aquellos lentos y solemnes vapores como del Mississipi pero sin ruedas. Aquel grandísimo crucero metido junto a la espalda del viejo Instituto Murillo me hizo pensar en todo el partido que Sevilla le podría sacar al río. Si los sevillanos le echáramos cuenta al río fuera de la Velá y de la celebración de comuniones y bautizos a bordo del «Luna de Sevilla».
La esclusa nueva del río puede ser para Sevilla tan importante económicamente como el Ave flamante para Valencia. Pero salvo la portada de ABC de ayer, con el mercante «Ellbmarsch» atravesando los 300 metros de la nueva esclusa y los 160 millones que ha costado, no se ha valorado suficientemente todo lo que supone esa esclusa para dar paso al muelle a los grandes buques, como ese crucero de turismo que les comentaba. Mutatis mutandis, el paso del «Ellbmarsch» supone como la llegada en 1926 del barco de guerra argentino «Buenos Aires», que traía a bordo al Rey Don Alfonso XIII y a los héroes del vuelo del «Plus Ultra», Franco, Rada, Durán y Ruiz de Alda, y que inauguró la navegación por la Corta de Tablada y fue el primero en pasar bajo el levadizo Puente de Hierro, el que incom-prensiblemente desmantelaron y está ahora abandonado en la Punta del Verde a merced de la herrumbre, sin que lo hayan puesto como pasarela en San Jerónimo. tal cual prometieron, ni nada.
Y para la pequeña historia del río, según me informa quien sabe tela del muelle, diré que la nueva esclusa no la inauguró el «Ellbmarsch». El primero, primerísimo que la estrenó saliendo hacia el río vivo no fue ese buque, ni el remolcador que estaba dentro del cuenco, ni la balsa de la empresa Aguayo que quitaba lodos de las puertas pequeñas, sino un barquito como de juguete, un yatecito de 4 metros de eslora que nadie sabe cómo se coló, y que tuvo en vilo a los técnicos, creyendo que la apertura de válvulas de nivelación le iba a afectar como a Yorscluni en «La tormenta perfecta». Ese anónimo barquito, mecachis en la mar, ese yatecito de recreo, fue el que verdaderamente estrenó la esclusa, saliendo hacia Sanlúcar tan campante y jirocho como si toda la vida hubiera estado estrenando esclusas de 160 millones de euros. A ese capitán de embarcación de recreo, quizá del Náutico, hay que localizarlo y hacerle un homenaje como émulo del crucero «Buenos Aires». Y así de paso le damos importancia al río, a la nueva esclusa y a Sevilla como destino turístico de las grandes rutas de cruceros.
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