ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Ecija, Venecia y Mariano Palancar

Por obra de la oposición de duales del barroco andaluz, con esto del temporal del Puente de la Purísima se ha dado en Écija la suprema contradicción: la Ciudad del Sol, arriada como Ciudad del Agua. El desbordamiento del Genil ha hecho realidad el arranque del famoso soneto de Eugenio d´Ors:
Écija al sol, Venecia en llena luna,
fábrica parangonan soberana;
canal mitral, la calle astigitana
y en el Zenit azul, su Gran Laguna
¡Y tan gran laguna! Grandísima. Las aguas del Genil han tenido que leer el soneto de Eugenio d´Ors. A la fuerza. De otra manera no se explica que la Naturaleza desatada imite así al arte. Por culpa de la Agencia del Agua, la calle astigitana ha sido Canal veneciano y la Laguna ha estado así, María del Valle, así, de piraguas: empetá.
Según cuenta Ramón Freire, «El Nieto del Marqués», el ingenio de don Manuel Íñigo Mateos hizo una cómica parodia del dorsiano soneto lapidario. ¡Qué Venecia ni Venecia! En «Écija al sol» lo que hace es una calor de morirte:
Écija al sol, es algo sofocante,
canal de fuego la calle astigitana,
fragua infernal su plaza soberana
y bajo el cielo azul... no hay quien aguante
Si estuviera para bollos el horno de Yemas El Ecijano, yo emularía a Íñigo Mateos y haría la versión actual y verdaderamente veneciana del soneto de don Eugenio:
¿Écija al sol? ¡Qué va! Va de Venecia.
El «¡agua va!» padece el ecijano,
pues la Agencia del Agua, torpe y necia,
encima suelta el agua del pantano
Y si Écija es Venecia, Sevilla no lo es gracias a la Virgen de las Aguas, al Cristo de las Aguas... y a Mariano Palancar. En febrero, cuando también llovían niágaras y te encontrabas a Noé en la Puerta Larená, pregunté el nombre de los técnicos que idearon la desviación del Guadalquivir por la Corta de la Cartuja, gracias a la cual Sevilla se libró para siempre de las riadas. Dije que Sevilla es tan desagradecida que ni sabemos el nombre de los técnicos que nos libraron del azote histórico del libro de Francisco de Borja Palomo. Hoy, en contraste con Écija anegada, consigno aquí en justicia el nombre del ingeniero de Caminos don Mariano Palancar Penella, nieto del Maestro Penella (el de «El Gato Montés» y «Suspiros de España») y primo de la actriz Emma Penella. Palancar, nacido en 1924, llegó a Sevilla en 1968, con 44 años, como director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, cuando en los ríos mandaban los técnicos y no los paniaguados de los partidos. Reciente entonces la riada trágica del Tamarguillo, Palancar se empeñó en defender a Sevilla del río. Y lo consiguió. Suyo es el proyecto de la Corta de La Cartuja, que supuso el desvío del Guadalquivir desde San Jerónimo y permitió además la desaparición del tapón de Chapina y la recuperación de 400 hectáreas que dejaron de ser inundables, donde luego se asentaría la Expo. No sin fatiguitas e incomprensiones, Palancar convenció a los políticos de su proyecto, que ahí está. Sevilla no se ha vuelto a arriar desde entonces, y eso que el Guadalquivir venía sobre la ciudad con peores ideítas que el Genil sobre Écija. La ciudad, fiel a su norma de ingratitud, no le ha reconocido su mérito a este ingeniero de 86 años, madrileño de origen y sevillano de adopción, que dedicó su vida al río en los 16 años que fue director de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. En parte tiene una explicación: Mariano Palancar, encima de librar a Sevilla de las riadas, tuvo la osadía de ser concejal del PP, con Soledad Becerril de alcaldesa. Lo de habernos librado de las inundaciones, pase; pero haber sido concejal de Soledad Becerril es algo que aquí no se perdona tan fácilmente.
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