ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Atrapados en el Ave

Cuántas gafancias juntas. Caos de los controladores, media Andalucía arriada y, encima, el Ave cortado. Con el Ave pasa como con la salud, que no la valoramos hasta que la perdemos. Hasta que un derrumbamiento por el temporal corta la vía entre Adamuz y Villanueva de Córdoba. Yo estuve atrapado en el Ave 02190 que, en el final del largo puente, salió completo de Madrid a las 19 horas del día de la Purísima y tenía que haber llegado a Sevilla a las 9.30 de la noche. Pero no llegamos hasta las 12 y media. Los primeros que llegamos, como contaré.
Ya me escamó que al arrancar en Atocha dijeran por los altavoces: «Renfe anula su compromiso de puntualidad a causa de la inestabilidad meteorológica». Traduzco: que no devuelven un duro si llegamos tarde. Y siguió el viaje, con parada en Ciudad Real y chuzos de punta chocando contra los cristales como las flechas de los indios contra el carromato del muchacho bueno en las pelis de combois. Y llegamos a Puertollano. Y aquello se paró. Puuuum, de golpe. Arreón y parada como de concurso de doma vaquera. ¿Qué pasa que esto no sale? El altavoz lo aclara: la vía está atorada entre Adamuz y Villanueva, y veremos a ver; seguiremos informando. Me sorprendió la tranquilidad de la gente. Como si todos los días el temporal cortara la vía. Nadie protestó ni perdió los nervios. Eran las 8 y pico. Bulla en el bar para acaparar agua y bocatas. Niños impacientándose, padres calmándolos. Móviles echando humo. Y Radio Macuto: «Nos van a llevar en autobús hasta Córdoba». Suena el tintineo de la megafonía. Todo el vagón se calla: que van a poner otra película. Vaaaaaaya. Otro tintán: que la avería es gorda y nos llevan en autobús a Córdoba y luego a Sevilla en lanzadera. A las 10, por fin, dicen que nos bajemos para coger los autobuses. Piden orden y calma. La hay. Hay resignación. ¿Habrá botes salvavidas, digo, autobuses para todos? Sólo falta la orquesta del Titanic. Cuando nos bajan en el final del andén de Puertollano, oscuridad, lluvia y charcos. El silencio de los corderos. Me acuerdo de los judíos camino de los vagones de ganado en la Alemania nazi. Así vamos, con las maletas. Larga cola bajo la lluvia. Más de media hora de cola. La cola entra ahora en la estación. Se escucha el respiro de los frenos de los autobuses. Siempre como los judíos camino de Dachau, la gente va subiendo resignada a los autobuses. Y cuando ya nos toca montarnos, llega un señor de particular muy alterado, dando órdenes contradictorias: que el que quiera volverse a Madrid regrese al tren. Y los del también parado Altaria de Huelva, al suyo. Y con muchas prisas y nervios, nos ordena a los de Sevilla que volvamos al tren escacharrado. Todo en un periquete, tras tanta espera. ¡Rápido, que salimos para Sevilla! ¿Y los que se fueron en autobús, que tardarán siglos en llegar a Córdoba? Ah... Se cumple lo de «los últimos serán los primeros». Empapados y tiritando, volvemos al vagón y al asiento, con complejo de ET: «Mi Aaaaaave, mi teléeeefono». Va medio vacío. Han montado a todo el mundo en autobús, cuando los de Adif, eficientísimos, repararon la vía en un periquete. ¡Viva la coordinación de la Renfe con Adif, por las que hilan! ¡Y un mojón para las sinergias ferroviarias! Sintiéndonos afortunados, calentitos, el tren se pone en marcha. Casi vacío. En el bar no quedan ni papas fritas. Pasamos Córdoba. A las 12.25 entramos en Santa Justa. ¿A qué hora llegarán los de los autobuses? ¿Cómo Renfe no sabía que Adif iba a dejar lista la vía en un periquete y encima montaron los primeros en la incomodidad de los autobuses a los pobrecitos niños con sus padres?
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