ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Zambombas

Sevilla se ajerezana. Esto de ajerezanar es un neologismo que ha inventado un distinguido lector. ¿Maltrato a la lengua, que es femenina, esto de inventar palabros? Pues desde ese punto de vista, sí. Pero más maltrata a la lengua la Real Academia Española con su ortografía, y nadie le dice nada. Más que Real Academia, parece Republicana Academia. Es menester ver: la Real Academia le quita la mayúscula al Rey y lo deja en rey, con minúscula, mientras le mantienen la mayúscula a Caperucita Roja, al Gato con Botas y a la Ratita Presumida. A mí esto de quitar el tratamiento de la mayúscula a las personas de la Casa Real...
—¿Casa Real es con mayúsculas?
—No, para los republicanos académicos seguramente será con minúscula, casa real, mientras que Casa Morales, Casa Trifón y hasta La Casita siguen con mayúsculas.
Digo que esto de quitar la mayúscula al Rey, a la Reina, a las Infantas y a los Príncipes me parece como aquello de la II República, que a los títulos del Reino les quitaban el tratamiento y llamaban «ex duque» y «ex marqués». De una manera muy divertida: si no decían «ex duque de Medinaceli», nadie sabía que se referían a don Luis Fernández de Córdoba.
El neologismo del ajerezamiento de Sevilla viene de la nueva realidad de la influencia de la ciudad del Sherry sobre lo nuestro. Sevilla celebra hasta su Feria del Caballo, que es el Sicab. Sevilla está ajerezada, quién la desajerezará, el desajerezador que etcétera... Me hizo verlo Fernando Santiago, en uno de sus acertados artículos en el Diario gaditano. Observaba Santiago que en la ciudad de Cádiz, que odia las cosas de Jerez y recibe a pedradas al Xerez en el Carranza, se había impuesto por las Pascuas la moda de las zambombas navideñas, a la jerezana. Y aquí en Sevilla, igual, aunque este año he echado en falta la zambomba del Rectorado. Te invitan a una zambomba como si estuviéramos en Jerez. Con la particularidad de que aquí la zambomba lleva acento agudo, y es «zambombá», ¡toma ya! Acento agudo que nos hace pensar que Sevilla sufre un ataque de ajerezamiento agudo. El querido inventor del neologismo me dice: «Sevilla se está ajerezando. Tiene bemoles, don Antonio, la pérdida de peso de esta ciudad; porque no nos equivoquemos, es esta sociedad decadente, la que va a la Feria vestida de Borja jerezano a bailar bulerías con nudo de corbata como sillín de vespa o pajarita, la que acude a algo tan sevillano como es una zambombá o a que le suelten unos novillotes aliviados de romana porque eso es lo que vende el encaste que usted ya sabe y que tiene nombre de coñá. No los caló bien ni ná el vetado Foxá...»
El ajerezamiento de las Pascuas con las zambombas de importación vía autopista evidencia también otro fenómeno: el agitanamiento y aflamencado del folklore musical sevillano de la Navidad. Los viejos campanilleros de Sevilla, de Bormujos, de Castilleja, se están perdiendo. Ya nadie canta que en el cielo se alquilan balcones para un casamiento o que en el Arco de la Macarena la rueda de un carro a un niño pilló. Todas son bulerías gitanas del Niño, o aflamencadas nanas de espinas de Salvador Távora. Con esto de la moda de las zambombas y el ajerezamiento de esos pijos hispalenses que se visten como los señoritos bodegueros, igual que de los cielos que perdimos de Joaquín Romero podemos hablar de los campanilleros que perdimos. Madre del Niño Dios, ¡cómo suenan a Jerez los coros rocieros de Sevilla cuando se ponen a cantar cosas flamenquitas de Navidad, y cómo van sus engominados cantantes disfrazados de señoritos jerezanos con la ropa inglesa comprada en García de Gibraltar!
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