ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Mañara con Luis Medina

Se escribía Luis de Medina y Fernández de Córdoba, Duque de Santisteban del Puerto con grandeza de España y Marqués de Cogolludo y de Solera, pero en Sevilla era Luis Medina. Al que estaba llamado a ser futuro Duque de Medinaceli lo conocí en Portaceli, donde los días de Fiestas Rectorales del padre Antonio Alarcón de la Lastra llegaba con su hermano Rafael en sendos niquelados, envidiables Mosquitos de Casa Artemán, aquellas bicicletas con ínfulas de motos que fueron el precedente de los vespinos. Luego Luis estudió Químicas, se dedicó a los negocios familiares de Medina Garvey y de Cuerotex en Pilas y dejé de verlo. Hasta que su hermano menor, Ignacio, Duque de Segorbe, cuando en Sevilla alboreaban libertades con la transición, decidió poner al día los míticos bailes de debutantes en Pilatos y convocó al rojerío local para la presentación de Adelpha, asociación de defensa del patrimonio que paralizó la destrucción de Sevilla. Allí estaba la flor y nata del PCE, del PTE, del PSOE, del PA, los movimientos vecinales, Comisiones. Todo el rojerío y algo de UCD. Era en realidad la puesta de largo de la democracia en Sevilla, y así lo conté en el artículo «Rojos en Pilatos». Donde metí el pinrel, y dije que estaba el Duque de Santisteban. Luis Medina me puso una atentísima carta diciendo que no estaba allí, pero sí a favor de cuanto aquello significaba.

Con esa carta reanudé la relación con el diligente, amabilísimo, discreto y si me apuran tímido Luis Medina, que me invitó a su boda con Mercedes Conradi, allí en Pilatos. Nunca se le subió a la cabeza la histórica corona ducal que habría de heredar. Estaba en sus asuntos, en sus negocios, en la Diputación de la Grandeza, en la Maestranza, con sus niñas, o en una Punta Umbría de familia, barco, Club Náutico y visita del Conde de Barcelona. Luis Medina era de los sevillanos que nunca te pone una mala cara, y que sabes que siempre te los vas a encontrar igual.

Este pasado mes de octubre, viví con Luis una página de Miguel Mañara. Estábamos en Toledo, en el Hospital de Tavera, sentados a la misma mesa en la boda de su sobrino Rafael, Duque de Feria. Hablamos del edificio, de la capilla de San Juan Bautista donde se acababa de oficiar la boda, de la cripta, panteón familiar. Isabel y yo le dijimos a Luis que nos gustaría bajar a la cripta para rezar un padrenuestro ante las tumbas del abuelo y del padre del novio, del Duque de Alcalá y del Duque de Feria. Así fue. Cuando empezaba el baile, Luis nos buscó y bajamos a la cripta. Desde el nupcial estruendo de alegría bajamos al silencio de siglos de la obra de Covarrubias. Sorprendentemente moderna. Más que del reinado del Emperador parecía búnker de la II Guerra Mundial, o interior de Albert Speer, o arquitectura del Fascio. Luis Medina nos fue mostrando la tumba de su padre, aquel maravilloso Duque de Alcalá que en las tardes de Pilatos nos contaba historias apasionantes de la Sevilla en que fue alcalde. La tumba sencillísima donde su hermano Rafael ya descansa de todas las desgracias. La de su abuelo Luis, Duque de Medinaceli. Mañara puro: «Sic transit». El silencio de la muerte. Y salimos por las estrechas escaleras y nos encontramos de nuevo con el bullicio de la boda: Nati Abascal bailaba con Valentino.

Cuando Segorbe me ha llamado para decirme que Luis ha muerto, he pensado que igual que Mañara pudo ver su propio entierro, Luis Medina, en el silencio de la cripta del Hospital de Tavera, estaba en realidad enseñándome su propia tumba, ante la que ahora rezo este padrenuestro.

Articulos de días anteriores

Ir a página principal (Inicio) de www.antonioburgos.com

 

Para buscar dentro de El RedCuadro

 
    

 

Correo Correo

Clic para ir a la portada

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio