ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Fuente de los Cagones

En la pasada y mojada Semana Santa, cada vez que una cofradía decidía no hacer estación de penitencia a la Catedral (y de lucimiento a La Campana), los hermanos mayores repetían el mismo argumento:

—No podemos poner en peligro, con la lluvia, el patrimonio de la hermandad, porque no es nuestro: lo hemos recibido de nuestros mayores y lo hemos de legar a quienes nos sucedan.

Perfecto. El argumento se lo he oído en los sagrados días de las mojaduras y de las medias pulmonías a hermanos mayores de cofradías de barrio y de cofradías del centro, de cofradías de capa y de cofradías de cola. Ha calado gracias a Dios esa idea de la importancia artística e histórica del patrimonio de las cofradías. La cofradiera carrera de vanidades ya no es por ver quién estrena más, sino quién restaura mejor y con mayor rigor histórico. Las cofradías han pasado de la exposición de estrenos en el Salón Colón a las restauraciones en el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico en La Cartuja, donde el lunes, por cierto, llevaron el paso del Gran Poder.

La Sevilla cofradiera está convencida de que la Semana Santa debe seguir siendo como siempre fue, que la que conocieron nuestros padres la puedan gozar en toda su perfección intocable nuestros nietos. Y algo por el estilo ocurre también con la Feria. La Feria también es como siempre fue. Los que ponen una caseta la montan como siempre la instalaron, traen los encajes que siempre colocaron, el cuadro de siempre, esa cornucopia con la que aspiran a volver a ganar el primer premio. Hay unas ordenanzas municipales para que las casetas sean como siempre, para que las pañoletas que diseñó Gustavo Bacarisas se sigan repitiendo. Y en cuanto al Real, no se ha hecho peatonal la calle Juan Belmonte, ni se han plantado unas setas en Gitanillo de Triana, ni se ordena que los coches de caballos no puedan permanecer más de 45 minutos en la Feria.

Bueno, pues lo que los sevillanos del común tienen tan claro en cuanto a Semana Santa y Feria, la idea cada día más gozosamente extendida de la necesidad de conservación de nuestro patrimonio y de que Sevilla se siga pareciendo a Sevilla, es justo lo contrario de cuanto ha hecho el Ayuntamiento en los doce años que lleva de alcalde Monteseirín, solo o en coalición con el Tío de la Mariscada. Parece que lo que el Ayuntamiento piensa es justamente lo contrario que los hermanos mayores que deciden no salir: que el patrimonio de Sevilla no vale un duro y que hay que cambiarlo como un calcetín; que nada de cuanto recibimos de nuestros padres lo deben conocer nuestros nietos. De ahí esta Sevilla Irreconocible que nos dejan, Setas incluidas. La Alameda, la Plaza del Pan, La Alfalfa, La Pescadería, la Avenida, la calle San Fernando, la Puerta Jerez que conocieron nuestros padres ya no las reconocemos ni nosotros mismos. Veremos a ver lo que hacen con el Cristina de nuestros juegos infantiles. Seguro que cuando lo inauguren no lo reconocemos, Jaime Guardiola. De momento ni La O ni las Cigarreras han podido volver por allí, sino por Almirante Lobo, a causa de la Pérgola para Nada que han puesto en la antigua avenida de Sanjurjo. Y frente a la Fuente de los Meones de toda la vida de la Puerta Jerez han puesto la nueva Fuente de los Cagones, como un abrevadero que han plantado en el arranque de la pérgola. Sí, es la Fuente de los Cagones. Será el símbolo de esta Sevilla del mojón que nos dejan a cambio de la que se han cargado.

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