ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El gran embuste de la Avenida

Este Ayuntamiento que tiene ya cumplido su mandato y que, ocurra lo que ocurra mañana, se va con su alcalde y con todas sus mariscadas, sus mercasevillas y sus facturas falsas...

—¡Música, maestro!

—¿Qué música?

—Música para celebrarlo. Música para cantarle a esta partida en su partida aquello de La Piquer: «Adiós, adiós, buen viaje,/adiós, que lo pases bien,/recuerdos a la familia,/al llegar escríbeme.»

Bueno, pues este Ayuntamiento que se va nos ha dicho mentiras, embustes y peatonalizaciones. Las peatonalizaciones han sido la mayor mentira de este Ayuntamiento embustero que llegó prometiendo «la ciudad de las personas» y nos deja «la ciudad de las bicicletas», y que dijo que «Sevilla es la construcción de un sueño» y nos ha hecho vivir una pesadilla con setas en La Encarnación y el centro convertido en Ciudad Prohibida para los coches. Sevilla no se merece un Ayuntamiento que le mienta como nos ha mentido el que se va: adiós, adiós, buen viaje.

Lo digo por el gran embuste peatonal de la Avenida.

Lanzaron las campanas al vuelo porque iban a peatonalizar la Avenida. Y no la han peatonalizado. Mentira. En Sevilla sabemos desde hace siglos lo que es una calle peatonal, sin necesidad de que vengan estos tíos a despilfarrar el dinero. Peatonal, peatonal, lo que se dice peatonal, ha sido siempre en Sevilla la calle Regina, por donde sólo pasaban andando los que iban a comprarse unos zapatos en Carmelo Orozco. Peatonal han sido la calle Francos, Sierpes, Sagasta, Chicarreros, la calle Chapineros, Álvarez Quintero o la calle Jovellanos desde Las Cuatro Esquinas de San José hasta la Capillita. Por donde no pasaban ni los coches, ni las bicicletas. Eso era una calle verdaderamente peatonal, sin tanto cuento y sin tirar el dinero.

Así que cuando anunciaron que iban a peatonalizar la Avenida, creímos que iban a conjugar este verbo según el Diccionario de la Real Academia: «Hacer peatonal una calle impidiendo el tráfico de vehículos por ella». En la peatonalización de la Avenida, el gran embuste del Ayuntamiento de las mentiras, no se impidió el tráfico. Se peatonalizó, pero no dejaron de pasar vehículos, en forma de tranvía o en forma de bicicletas. ¡Vaya mierda de peatonalización! Tú vas por una calle peatonal de toda la vida, por la calle San Isidoro, y sabes que ni te va a atropellar una bicicleta ni te va a coger el tranvía. Pero por la Avenida tienes que ir con siete ojos, y desde luego caminar por fuera de la mangá de los clavos que han puesto en el suelo, los unos para el tranvía, los otros para las bicicletas. Peatonal, peatonal, lo que se dice peatonal, sólo han dejado dos pequeños espacios al lado de las fachadas o de las Gradas. Más estrechos por cierto que las aceras de cuando pasaban los coches. Es decir, que en la Avenida los peatones tienen ahora menos espacio para caminar que antes de peatonalizarla, y encima con el peligro del tranvía con su tolón, tolón del muñidor de La Mortaja y de los ciclistas avasalladores que vienen cantando «El Rey de la Carretera» de Juanito Valderrama: «Yo soy el amo del mundo,/yo no me cambio por nadie,/yo mando en la carretera...»

Y como estamos en jornada de reflexión, ante el gran embuste de la peatonalización de la Avenida, proclamo como el malvado Rubalcaba tal día como hoy aquella vez: «Sevilla no se merece un Ayuntamiento que le mienta».

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