ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Dos parados más

Los viejos azulejos de riadas recordaban solemnemente y señalaban con una raya la altura que las desbordadas aguas del Guadalquivir alcanzaron en su crecida del día tal del tal del mil ochocientos o novecientos tal. Una de las historias más divertidas de los azulejos de riadas se la escuché a mi maestro en sevillanía Carlos Morillas, una vez que estábamos un lejano Viernes Santo a la orilla del río, esperando ver la salida de la cofradía de La O desde dentro de su templo. En la trasera de La O que da al río había un azulejo de riadas. Puesto altísimo. Carlos Morillas me lo señaló. Le pregunté si las aguas del río habían llegado hasta esa altura. Me dijo, con toda su sorna, y señalando algo así como la altura de mis rodillas con pantalón corto:

—No, la riada nada más que llegó hasta aquí, pero como los chiquillos estropeaban el azulejo jugando a la pelota, el cura lo mandó poner ahí arriba, más alto, para que no le pegaran balonazos.

Recuerdo esta historia porque los azulejos de riada de nuestra hora son los letreros de «Se vende», «Se alquila» o «Se traspasa» en los locales cerrados. Esos letreros son los que nos dicen hasta dónde están llegando las aguas de la terrible riada del paro. Cuenten letreros de «se vende» o «se alquila» en los bajos comerciales vacíos y multiplíquenlos por los tres o cuatro puestos de trabajo que se fueron al garete con ese cierre, y tendrán la realidad de las estadísticas del paro.

Que no aterran tanto porque no les ponemos caras. Yo hoy le pongo cara a dos sevillanos amenazados de paro. Hablé de ellos en este recuadro en noviembre del 2009, en un artículo que titulé «En Ave a Madrid por Zaragoza». No es que a mí se me hubiera perdido nada en Zaragoza, sino que decía: «Cada vez me gusta más ir de Sevilla a Madrid pasando por Zaragoza. Sí, por la calle Zaragoza. Por la Oficina de Viajes de Renfe en la calle Zaragoza, de 9,30 a 14 y de 17,30 a 20, para sacar allí el billete como un señor, sin colas, con sillas si hay que esperar y con dos caballeros sevillanos de Renfe, don Manuel Sánchez y don Enrique Morales, efectivos, atentísimos, dando la cara amable de una compañía que nos desprecia a los sevillanos. Ay, si en las ventanillas del Ave en Santa Justa se encontrara uno a personas como Sánchez o Morales, los de la calle Zaragoza. Y ay, si en Renfe la alta velocidad hubiera llegado a la venta y cambio de billetes, sobre todo en ese terror con carteristas rumanos que es Atocha...»

Pues todo esto puede irse al monte del olvido. Porque Renfe ha decidido cerrar todas sus oficinas de ventas el próximo 30 de junio, incluida la de la calle Zaragoza, la de los atentísimos Sánchez y Morales. ¿A cambio de qué? A cambio de nada: de dejar a los viajeros sevillanos sin uno de los pocos templos del viejo trato personalizado como era la oficina de la calle Zaragoza. Renfe cierra su humanísima oficina de la calle Zaragoza y a los clientes habituales nos manda a las reservas por teléfono y a las máquinas horrorosas de Santa Justa, a las colas de las caras agrias de allí. Mientras incrementa absurdamente las listas de parados con estos dos grandes servidores del público.

Envío.- Señor alcalde Zoido: a ver si su Ayuntamiento logra que Renfe detenga este agravio a la ciudad e impide en la calle Zaragoza un letrero más de «Se alquila», y que vayan al paro dos sevillanos a los que les chorrea el talento.

Articulos de días anteriores

Ir a página principal (Inicio) de www.antonioburgos.com

 

Para buscar dentro de El RedCuadro

 
    

 

Correo Correo

Clic para ir a la portada

Biografía de Antonio Burgos


 

 

Copyright © 1998 Arco del Postigo S.L. Sevilla, España. 
¿Qué puede encontrar en cada sección de El RedCuadro ?PINCHE AQUI PARA IR AL  "MAPA DE WEB"
 

 

 


 

Página principal-Inicio