ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


"Venid, adoradores"

Cuando hoy suene un pino mayor de primera clase en el campanerío de la Giralda, y estén las calles alfombradas de romero, y los primeros bacalaos de las cofradías hayan llegado ya por Francos y Placentines a la mismísima Esquina del Bacalao, y aún vengan por la Avenida los chaqués y la cera roja de la Sacramental del Sagrario, habrá sonado en la Banda Municipal, por Sierpes y por la Cerrajería, tras el manto de armiño del Santo Rey, un monumento inmaterial del Corpus, como una portada sonora de la Plaza bajo las velas: el himno eucarístico «Cantemos al amor de los amores».

Pues cantemos, ¿será por cantar a Su Divina Majestad en su fiesta del Corpus, como antiguos niños en el recuerdo de la exposición del Santísimo en la capilla del colegio, bendición con la Custodia en El Valle, en Portaceli, en las Esclavas, en el Santo Ángel, en el Claret...? Cantemos...

«Cantemos al Amor de los Amores,/cantemos al Señor./Dios está aquí,/venid, adoradores, adoremos/a Cristo Redentor./ Gloria a Cristo Jesús,/cielos y tierra, bendecid al Señor,/honor y gloria a Ti,/Rey de la Gloria,/amor por siempre a Ti,/Dios del amor.»

¿A que han leído el himno y lo han ido cantiñeando por lo bajini, y de pronto se les ha venido una mareíta de la mañana trasminada de romero? ¿Y a que hasta les han sonado las campanas de la Giralda y las antiguas salvas de Artillería en El Prado, como si estuviera saliendo la Custodia? Pues este himno, señores, digo que es un monumento inmaterial del Corpus porque cumple ahora cien años. Un siglo de alabanza eucarística en las voces de los fieles en las catedrales, en las parroquias de los pueblos; cantado por armónicas escolanías y por beatas desafinadas; atronando el aire en las procesiones pascuales de la Majestad en Público, con los pétalos cayendo sobre el palio del Santísimo desde los balcones colgados con colchas nupciales y mantones de Manila; repeluco antiguo de recuerdos de Corpus Chicos con la grandeza de Triana.

Este «Himno de los Adoradores» fue compuesto para el XXII Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, que se celebró del 25 al 30 de junio de 1911. Allí fue estrenado. Allí sonó por primera vez la música que había compuesto el músico vasco Ignacio Busca Sagastizábal, con la letra que le había escrito el poeta religioso y fraile agustino Restituto del Valle Ruiz. Busca Sagastizábal nació en 1868 en Zumárraga y murió en Zarauz en 1950. Fue discípulo de Leturia y de Gorriti y ganó por oposición la plaza de organista de San Francisco el Grande de Madrid, donde transcurrió su vida hasta la guerra civil. El agustino Restituto del Valle nació en Carrión de los Condes en 1865 y murió en Palencia en 1930. Aparte de poeta religioso fue estudioso de la Literatura, especialmente de Bécquer, Núñez de Arce y Campoamor. El himno, que Busca y Valle dedicaron a la Infanta Doña Isabel de Borbón, «La Chata», tuvo gran éxito inmediato en toda España, y se cuenta que el Rey Don Alfonso XIII fue uno de sus grandes impulsores. Y saltó a América, donde todavía se sigue cantando también.

Aunque donde de verdad suena bien el ya centenario «Venid, adoradores» es en Sevilla, hoy, en el Corpus, con la música tan nuestra de una banda que recuerda marchas de Semana Santa, con el romero cantando con su aroma al Rey de la Gloria. De la Gloria de esta mañana de escaparates con Uva y Trigo y velas en la Plaza.

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