ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La otra cara de Astilleros

SEVILLA no es Cádiz. En Cádiz se mantuvieron abiertos los Astilleros, a trancas y barrancas, tras la reconversión naval de Felipe González, quien se atrevió a hacer contra los trabajadores todo aquello por lo que al PP le hubieran formado la del tigre, metiéndole fuego a España. Sevilla ha corrido peor suerte con Astilleros. En Cádiz, cuando se hablaba de cerrar Astilleros, salió en 1996 la chirigota «Los Astronautas Españoles», con letra de Emilio Rosado y El Gómez y música del Caracol, que llevaba en su estribillo la actitud de la ciudad frente al cierre de su principal industria. Simulando la cuenta atrás de un lanzamiento espacial con tripulantes, aquellos astronautas chirigoteros cantaban: Cuatro, tres, dos, uno...¡cero! ¡A vé quién tiene cohone aquí de cerrá Astilleros! No hubo quien los tuviera. Pero en Sevilla ha habido quien, pisándoselos, los ha tenido: Griñán. ¿Se imaginan que quien hubiera cerrado Astilleros de Sevilla, la antigua esplendorosa factoría de la Empresa Nacional Elcano, del INI, hubiese sido el PP o Javier Arenas? En el poquito tejido industrial que nos quedaba han hecho un descosido casi irreparable. ¿Qué industrias nos quedan en Sevilla? En Sevilla se perpetúa una gran mentira institucional: la de los polígonos industriales. Los llamados polígonos industriales no son tales. Son inmensas áreas de almacenamiento de productos fabricados en otras regiones, en otros países. No son polígonos industriales, sino logísticos en todo caso. La industria sevillana y andaluza se ha venido desmantelando sin ser sustituida por nada. Aquí, ¿qué se produce ya? Del tejido industrial, ¿qué queda? Vine este verano en un tren de media distancia desde Córdoba a Sevilla, y como recorre la antigua vía, no la del Ave, va pegado a los pueblos. De pena ver el paisaje que se ofrece por Posadas, por Palma del Río, por Peñaflor, por Lora, por Los Rosales, por La Rinconada: fábricas cerradas; azucareras abandonadas y en ruinas; antiguos silos del Servicio Nacional del Trigo inservibles; factorías maravillosas como la de la vera del río en Peñaflor hablando desde su azulejería de un pasado industrial que no volverá. En esos pueblos, todas esas fábricas cerradas, hundiéndose, en ruina, ¿por qué han sido sustituidas? Por nada. ¿Cuáles son ahora las fuentes de creación de riqueza? Ninguna: el subsidio de paro, la subvención. ¿En qué trabaja la gente? En lo que sale, a la que salta. O vive del paro.

Este es el panorama industrial que nos queda en aquella ilusionada autonomía del 28-F que todo lo iba a solucionar. ¿Y ahora van a venir con impuestos a los ricos? ¿Pero dónde están los ricos, Dios mío de mi alma, con esta ruina que he visto en el tren de media distancia, de Córdoba a Sevilla, por todo lo que fue el antiguo esplendor de la vega y de la campiña?

Por eso conforta encontrarse una excepción en este panorama desolador: la Renault de San Jerónimo. En la Sevilla que cierra su Astillero, la Renault de San Jerónimo, donde hacen las cajas de cambio de los coches, trabajará sábados y domingos por el alza de la demanda; la empresa ha implantado un cuarto turno y ha contratado a 90 eventuales más para producir 600 unidades más al día. La fábrica, que emplea a 1.300 personas, produce 5.600 cajas de cambio al día. ¿No es una maravilla? ¿Dónde hay que firmar para felicitar a la Renault? ¿Y dónde hay que mandarle el recorte de esa noticia de la Renault a Griñán, para que se le caiga la cara de vergüenza comparándola con Astilleros?

 

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