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IGUAL que Enrique Jardiel Poncela se preguntaba en aquel título genial si hubo alguna vez once mil vírgenes, no sé a quién llamar para que me diga si es verdad que alguna vez el PP sacó veinte concejales en el Ayuntamiento. Porque yo creo que los que estaban antes no se acaban de ir, que eso de que Zoido sea alcalde son las ganas que tenemos de que se vaya Monteseirín al puesto que tiene allí, que no es precisamente un puesto de fruta y verduras en Las Palmeritas. Y puede que incluso haya vuelto Torrijos. ¿Usted sabe si ha vuelto Torrijos por un casual?
Porque la otra mañana cortaron el Paseo Colón para la tontería de la mamarrachez de la Movilidad de la Sostenibilidad, o la Sostenibilidad de la Movilidad, o lo que sea ese cuento del envergue del que vive más gente que del lince. Celebraron lo de Ciclovida, que es el «atajad la calle, que no pase nadie» pero en moderno y progresista, para que los patinadores patinen, los ciclistas pedaleen, los pajaritos canten y las nubes se levanten, y que le vayan dando al padre de familia que va a trabajar en el coche que con tantas fatiguitas se ha comprado, quien tiene que dar un rodeo horroroso. Y cuando vi el Paseo Colón cortado y dedicado a tonterías, mamarrachadas y mojigangas varias, me dije:
—Esto es que ha vuelto Torrijos. Algo malo hemos debido de hacer, que el cielo nos ha mandado este castigo de que vuelva Torrijos.
Y me fui luego a mi natal calle Federico Sánchez Bedoya, y al entrar por la esquina de la Droguería del Arenal, ¡hala! Como en los buenos malos tiempos de Monteseirín, Torrijos & Asociados: todo patas arriba, con unas zanjas enormes, lleno de máquinas excavadoras, de tubos, de cables y de canutos gordísimos de plástico rojo, a mayor honra y gloria de Emasesa. Como tuvieron los otros la calle Asunción o la Avenida anda ahora Sánchez Bedoya con éstos, para darnos por saco a los que tenemos allí tesoro tan preciado como un aparcamiento en el centro, que no podemos usar con la calle levantada.
Y como no pude entrar en Sánchez Bedoya, me fui para la calle Adriano. ¡Para qué lo fize! ¿Sabe usted lo que me encontré en la calle Adriano? ¡La famosa máquina de estrechar calles de Monteseirín, Torrijos & Asociados! Allí estaba la máquina en su excelsa plenitud y gloria, derrochando el dinero que dicen que no hay, ensanchando (no sé para qué) la acera de la Bodega San José y de Padilla Crespo hasta ponerla enooooorme, con alcorques para los árboles tan grandes que parecen piscinas, y suprimiendo con saña plazas de aparcamiento, aparte de hacer en la esquina de López de Arenas una prolongación inútil y magna Tipo Rotonda de San Diego, para ensañarse con los automovilistas. La máquina de estrechar calles se está hinchando con ambas aceras de Adriano, y eso, repito, que dicen que a Zoido no le han dejado un duro. Si no hay un duro, ¿cómo os gastáis el dinero en meter la máquina de estrechar calles en Adriano, almas mías? Por eso dudo que Zoido sea el alcalde. ¿No será que han vuelto los otros? ¿Habrá vuelto Torrijos? Porque miro la calle Luis Montoto y sigue exactamente igual y no como prometieron: con el sin sentido de un solo sentido. Y miro la Biblioteca del Prado y sigue allí en pie, sin que se cumpla la sentencia de derribo. Y miro a la Torre Pelli desde el Puente de Triana y eso va para arriba que escarba.
A mediados del siglo pasado, los hartos de coles decían: ¿Para esto hemos ganado una guerra? Viendo la máquina de estrechar calles tirando el dinero en Adriano, algunos decimos ahora: ¿Para esto hemos sacado veinte concejales, para seguir haciendo exactamente igual que los otros en su cruzada contra el coche?
