ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Sentido de la medida

SIEMPRE se ha dicho que Sevilla tiene un gran sentido de la medida y que los sevillanos nacen con esa gracia de los cielos (que perdimos). Y suele ponerse como ejemplo el canon del paso de palio, medido, armónico, proporcionado. Perfecto. Bueno, pues yo creo que los sevillanos hemos perdido el sentido de la medida incluso hasta en algunos palios que mentar no quiero.
Una ciudad con sentido de la medida no pudo nunca permitir que en todo el centro geográfico, muy cerca de La Venera de la calle José Gestoso que marca nuestro Kilómetro Cero, levantaran las malhadadas Setas.
Una ciudad con sentido de la medida no debe consentir que el Ayuntamiento de los 20 concejales, 20, vea como el que oye llover cómo Cajasol, con los albañiles trabajando hasta domingos y fiestas de guardar, sigue levantando plantas y más plantas de la Torre Pelli, y en todo caso dice que las reclamaciones al maestro armero de la Unesco, cuando de un plumazo tenía que haber revocado ya la licencia de obras. No por nada, sino por mamarracho y por despilfarro en una ciudad con 140.000 metros cuadrados de oficinas vacías, a los que un caprichito pulido y abrillantado de suelos aumentará otros 65.000 metros más, con lo difícil que será leer el teléfono del cartel de «Se alquila, se vende o lo que sea» a la altura del piso 39.
¿Cuál es la medida que tiene (o tenía) el sevillano para su pregonado sentido? Pues un peculiar sistema de metáforas, dentro del muy poético Sistema Métrico Sevillano. Sin ánimo de ser exhaustivos, y abiertos siempre a las contribuciones de los lectores (en el correo redcuadro@yahoo.es ), podemos establecer que el sevillano tiene para cada caso una unidad de medida concreta. Que es una metáfora. La unidad de medida del sevillano es la metáfora, si seremos poetas. Verbigracia, el templo, el piano o el castoreño como unidades de cantidad: Una verdad como un templo. Un embuste como una catedral. Una mierda como el sombrero un picaó. Un tío como un castillo. Una tajá como un piano. Un resfriao como una casa. Una depre como un camión. Y hay una medida sevillana de la duración, el puente:
Durar más que las obras del puente. (Que en su versión actual podía ser «que el túnel de Los Arcos»).
Ah, y existe una medida de dureza, más que el diamante en la Escala de Mohs, el zanco cofradiero: «José Mari la tiene más apretá que la pata un paso».

Hay otras metáforas, digo, medidas, de distancia, en las que el sevillano tira de sus particulares meridianos y paralelos. Medidas de distancia que a veces se usan también como de cantidad: Como de aquí a Pekín. Como de aquí a Manila. Como de aquí a Lima. ¿Por qué Pekín o esos destinos coloniales españoles? El Galeón de Manila que traía los mantones de ídem y la loza que imitó Mister Pickman en La Cartuja sigue vigente. También existen medidas autóctonas de longitud, como el chaleco y el pan de Alcalá: Más corto que las mangas un chaleco. Más largo que un día sin pan. Aunque el pino y la puñeta son el máximo múltiplo de la medida de longitud: Manolo vive en el quinto pino. Pepe se ha ido a vivir a una urbanización que está en la gran puñeta. (A la que espero que no me manden ustedes por ponerme pesado con mis divagaciones sobre el Sistema Métrico Sevillano.)

 

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