ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Fotocol de la neblina

COMO marca el tópico de la canción, estos días Sevilla está obligada a tener un color especial. Por ejemplo, el de ayer a prima hora. No puede haber un color más especial y verdaderamente sevillano, una verdad como la Catedral frente al relámpago cegador del sol de los tópicos, que la ciudad de la niebla que amaneció.
Sevilla, ayer, con su muy becqueriano amanecer de la neblina, se vengó de los tópicos. Del tópico de la tenista de faralaes de la Copa Davis. Del tópico de la ciudad de la calor y del sol, de la eterna fiesta primaveral. Hizo una mañana de día de San Clemente. Hubo un cielo plomizo, color losa de Tarifa de las Gradas, que estaba pidiendo a gritos ritos secretos e íntimos, procesiones de la espada, manifiesto de la urna de Doña María Coronel, besamanos que espera el exacto rayo que cada año corona de luz a la Virgen de la Amargura.
Gloriosa venganza de Sevilla con su niebla. Esta niebla sevillana como sindical y huelguista, que cierra el aeropuerto de San Pablo cada vez que le da la gana, como si AENA le debiera unos atrasos de convenio. Esta niebla gloriosamente sevillana, de paraíso cerrado para pocos, en que la ciudad está nimbada de una aureola de misterio, de una bellísima veladura en que tienes que adivinar en el cielo el perfil de las espadañas o los atauriques de la torre mayor de la iglesia de Santa María de la Sede. Niebla de zócalos chorreando, de humedades que se te meten en los huesos, que te recuerdan viejos días de riadas y desbordamientos de arroyos indómitos como ángeles rebeldes que arrojaron a la ciudad a los infiernos de la tragedia.
Sevilla sabe lo que se trae entre manos, y sabe lo que se traen con ella, y es como si les dijera ayer por la mañana:
«¿Qué queréis, almas mías? ¿Una ciudad de tópicos, de sol, de arsa y olé, de jugador número 12, de riá pitá, de salves rocieras, de novelerías, de rebujitos, una ciudad que aplaude todo lo que se mueve y que por eso ella misma se mueve tan poco? Pues aviados vais. Tomad, aquí tenéis mi mejor imagen verdadera ante el mundo: la ciudad secreta de la niebla, el frío que te cala hasta la cal de los huesos, la soledad de las calles verdaderamente nuestras e intactas de la Judería de San Bartolomé, bastión y baluarte donde no llegó la horteridad de las tiendas de recuerdos de Sevilla. Si queréis comprar un verdadero recuerdo de Sevilla, quedaos con esta neblina de la mañana, esta tristeza de perdido verso de Cernuda, de Epístola Moral a Fabio. Os pongo baratito este recuerdo de Sevilla, esta imagen auténtica de la ciudad. Yo que fui Nueva Roma, disfrazada de Venecia sin vaporetos, como vestida de copla triste de los campanilleros».
Sevilla lo sabe. Sevilla sabe que la buscaron como fotocol. Como El Mocito Feliz sale en los fotocoles sonriendo detrás de los famosos cuando les echan una foto, así tenía que aparecer Sevilla en el fotocol de la Copa Davis. Como soleada Mocita Feliz, como tópico forillo de fondo, telón publicitario estampado con logotipos de marcas patrocinadoras que buscan anuncios gratis en los que llaman «eventos», frente al que la prensa ha de entrevistar y fotografiar obligatoriamente a los famosos de turno o de plantilla. Sevilla es siempre un rentable fotocol. Alos sevillanos, mocitos felices, nos encanta servir de fotocol de lo que nos echen. Pero la ciudad, que es una vieja dama muy suya, se resiste y se venga, pese al entreguismo de sus vecinos. Ayer, por ejemplo, Sevilla, harta de coles, sacó la venganza de su mejor fotocol: el de la neblina.

 

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