ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Pijo en moto

El lema de la circulación por Sevilla parece ser: "Loor y gloria a la bicicleta, muerte al coche". -
-- ¿Y la moto, dónde me la deja usted?
Pues a eso es a lo que voy: a hacer un retrato de vida cotidiana de la moto. A mí la bicicleta me trae muy malos recuerdos. La bicicleta y el tranvía. La bicicleta y el tranvía son símbolos de una Sevilla de hambre, riadas, mantones negros, corrales, tuberculosis y de los medios días de lavado que tenían que echar las madres para sacar adelante a sus hijos. Se iba en bicicleta por necesidad. Tantas bicicletas del canastillo del almuerzo amarrado con guita en el transportín había, que el Ayuntamiento, aparte de la chapa de la licencia municipal, les puso hasta matrícula. Tras una campaña del periodista Mariani, a quien atropelló en el Arco del Postigo una bicicleta que se dio a la fuga y que aún están buscando. Mariani cogió una perra importante con la matrícula de las bicicletas. Y no paró en su campaña hasta que consiguió que el Ayuntamiento les pusiera matrícula identificativa, para que no se dieran a la fuga cuando cogieran a una vieja. El Ayuntamiento obligó a la matrícula ciclista. A la bicicleta BH tamaño cadete (650x35) que mi padre me compró en Arteman cuando aprobé la Reválida de Cuarto tuve que ponerle debajo del sillín su correspondiente placa de matrícula, con las letras y números que aún recuerdo: "CM 51".
Ahora, como la máxima modernidad, hemos vuelto a aquel mundo de película neorrealista italiana de las bicicletas del hambre, que merecen todo loor y gloria progresistas. ¿Y las motos? Pues también hemos vuelto a la moto como vehículo de uso diario y utilísimo. Se ve cada moto por ahí que te dicen que cuesta más que muchos coches. Sobre todo, las motos de los ejecutivos pijos, que han decidido dejar sus pedazos de coches Audi o BMW aparcados en Simón Verde y usar la moto para ir a trabajar, como la bicicleta antaño los del canastillo. De momento no han puesto zona azul (ni zona roja) para las motos que entren al centro, tienen barra libre. Basta ver los aparcamientos de motos de Rioja o de Almirantazgo, qué éxito de motos, hijo mío. --
Y allá que van, elegantísimos, como salidos de una revista carísima de tendencias, los ejecutivos pijos en sus motos potentísimas y exclusivísimas, con sus cascos maravillosos. Y sus trajes de faena. Que son trajes perfectos, cortados por Fernando Ávila, azules, de unas telas estupendas. Estás en el semáforo, viene el cani con su amotillo, todo zarrapastroso, y se te para al lado. Y luego llega la niñata con el vespino y el ombligo del pírcin fuera. Pero después, puaf, puaf, puaf, en un silencio acompasado de siete mil millones de cilindros perfectos, llega en su moto de cinco estrellas gran lujo el trajeadísimo ejecutivo pijo con su terno de faena para la oficina, que lleva el casco como prenda de cabeza de uniforme del gremio distinguidísimo de los emprendedores y globalizados al que pertenece.
¿Van por Nueva York, por Milán, por Francfort los ejecutivos con su traje azul, su casco y su moto costosísima? Creo que no. Son un producto estrictamente sevillano, como los calentitos, las torrijas y la espumosa de Cruzcampo en tanque de salmuera. En nuestros eternos duales, frente al cani de la bicicleta, el ejecutivo pijo de casco y traje azul con la moto por la que no ha tenido más remedio que cambiar el BMW para poder aparcar en el centro.

 

 

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