ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Asesinos de gatos

Aunque vayan aquí su firma y el retrato que parece que se lo dibujó un enemigo, hoy no escribe este recuadro Burgos, sino que se lo escribo yo, Remo, su litergato. Es un gorigori gatuno, como él los borda de los humanos. Ustedes probablemente me conocerán por mi libro "Gatos sin fronteras". Burgos es el que sale retratado conmigo en la cubierta, y no al revés. Porque como en ese libro se demuestra, no es que yo viva en casa de los Burgos, sino que les permito a ellos vivir en la mía, junto con mis colegas Rómulo y Romano, tan pequeño, peludo y suave que Ana Burgos le ha puesto de sobrenombre Peluchito. Los Burgos, pues, son unos okupas de nuestra casa. De nuestro hogar, por lo que dicen los ingleses: una casa no es un hogar mientras no haya un gato tumbado calentito junto a la calefacción.
No es la vez primera que le escribo el artículo a mi okupa. El día que no se lo escribe la Jefa de Su Casa Civil (que es la que vale en este hogar gatuno), se lo escribo yo. Dicen que Burgos tiene gatos en la barriga; tantos, que necesita para darles de comer mucho más pescado que la anécdota de Romero Murube yendo a comprar el papelón a la freiduría de la Puerta Larená. Están equivocados. Burgos no tiene gatos en la barriga: los tiene en el escritorio, y le hacemos el trabajo, porque es un flojo. Junto a este teclado donde con mis garritas le estoy haciendo este artículo, como tantas mañanas, aunque siempre lo firme él, suele ponerse muy repachingado Romanito, al calorcito de la luz de la mesa del escritorio, para darle ideas, y Rómulo también suele venir a inspirarle. Pero la ocasión merece que hoy escriba yo directamente el artículo, sin dictárselo a mi okupa por la telegrafía sin hilos de la mágica telepatía que tenemos los gatunos para comunicarnos con los humanos que nos aman y nos sirven hasta el punto de que Burgos, a lo Mañara, habla de "nuestros amos y señores los gatos".
Bueno, pues estos amos y señores estamos hasta nuestras bolsas escrotales de las perrerías que nos hacen. Sí, perrerías. Las matanzas siempre son de gatos, nunca de perros. La mala prensa de ariscos, malvados, sucios, traicioneros y compañeros de las brujas las tenemos nosotros los gatos, nunca los perros. Y nadie nos defiende. Aquí prohiben las corridas de toros para que no sufran los cuatreños, pero nadie protesta porque haya auténticas masacres de gatos, como en la Fábrica de Vidrios de La Trinidad. Sí, los gatos somos como los judíos del reino animal: perseguidos, encerrados en campos de exterminio, aniquilados en masa. Hay una saña contra nosotros que en Sevilla se ha visto ahora repetida, en Triana con el vecino que nos quiere muertos y en Miraflores con la matanza de nuestros difuntos colegas de la Fábrica de Vidrio que con tanta ternura han denunciado Trinidad Ocaña y Aurora Flórez. Esa fábrica es uno de los muchos Auschwitz que padecemos loa gatunos ante el silencio de los que dicen defender la ecología. ¿No hay nadie que llame "asesinos" a estos incivilizados que nos masacran, como acusan a los toreros? ¿Por qué a los toros no los pueden matar y a nosotros loa gatunos sí? ¿Dónde están los ecologistas que nos defiendan? Sí, hasta para los animalistas somos odiosos, nos desprecian. Defienden a las focas, a los elefantes, a nuestros parientes ricos los linces, hasta dan subvenciones a los hipopótamos, y a nosotros los gatos nos dan por saco y nos dan matarratas, como en La Trinidad. Las sociedades civilizadas, como el Reino Unido, y las ciudades con paladar, como Roma, cuidan a sus gatos como monumentos vivos, nos protegen, cuidan, desparasitan, vacunan. Y sobre todo, adoptan. Aquí en Sevilla nos dan matarile. Una ciudad que mata a sus gatos, como Sevilla, es una ciudad asesina. Como que estoy por llamar a Antonio Banderas para que mande al Gato con Botas, que se van a enterar...

 

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