ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


No creo en el CIS

Aunque nadie lo pueda imaginar y mucho menos lo diga, los dogmas siguen mandando esta España que presume de laica, que va de anticlerical y donde la única idea nueva que ha salido del Congreso del PSOE ha sido la revisión del Concordato con la Santa Sede, que yo no sé por qué logroño en una nación con cinco millones de parados lo más urgente es decirle al Vaticano que ahora te vas a enterar de lo que vale un peine. Aquí queda un sustrato religioso y un trasfondo de fe, aunque sea por lo civil, digno de tener en cuenta. Las tertulias son los nuevos púlpitos donde los predicadores pronuncian los panegíricos de sus septenarios y novenas. Las redes sociales son los confesionarios donde la gente cuenta su vida privada, hasta poniendo fotos de lo que hacen: "Me acuso, padre, de que me estoy tomando en Starbucks un capuchino que tiembla el misterio. Aquí pongo la foto".
Lo políticamente correcto, ¿qué es, sino un conjunto de dogmas, a los que tienes que prestar protestación de fe para no ser un facha, que es como llaman ahora a los herejes, fachas? La gente presume de no creer en la infalibilidad del Papa o en la Santísima Trinidad, pero cumple sin rechistar los mandamientos de lo políticamente correcto.
Y cree firmemente en las encuestas. Las encuestas son como las encíclicas del nuevo beaterío por lo civil. La gente no sabe ya qué es la "Pacem in terris" o la "Redemptor hominis", pero se traga sin rechistar el último barómetro del CIS o la oleada del EGM. Cree en las encuestas a pie juntillas. Yo, que soy un pedazo de hereje, no. Hay mentiras, embustes y encuestas. Y ni te cuento si encima los sociatas apalancados en TVE, tras el habitual Festival PSOE de los telediarios, te presentan el último barómetro del CIS como la primera derrota de Rajoy, tal cual han hecho, aunque la distancia entre los dos grandes partidos siga siendo de 15 puntos a pesar de los recortes, de los tijeratazos y de la motosierra.
Y les diré por qué no creo en las encuestas. Por otro dogma de fe ante el que soy hereje: por el EGM. Yo no creo en el EGM desde que me enteré que los encuestados siguen todavía diciendo que oyen muchísimo en la COPE a Federico Jiménez Losantos, en Onda Cero a José María García y a Jesús Quintero en la SER. Cuando yo andaba "in partibus infidelium" y hacía muchos años que había dejado de publicar mi recuadro en ABC, a los lectores sevillanos les preguntaban en las encuestas a qué articulista leìan todos los días y decían que a Burgos, ¡cuando Burgos hacía ya diez años que estaba en "El Mundo"!
Por si me quedaba algo de fe en las encuestas, el otro día los hechos confirmaron mi agnosticismo. Estaba en una de mis devotas visitas a Alcampo, nueva catedral de la religión del consumo, cuando una niña de la promoción de un producto me reconoció desde su mostradorcito de cata y cala. Me dijo:
-- Me encantan sus libros.
-- Muchas gracias --le contesté.
-- Sobre todo los que más me gustan son los del Marqués de Sotoancho...
¡Toma ya, Camará! La niña de la promoción del Navidul me había confundido con mi compadre Alfonso Ussía. Supongo que a Ussía, a su vez, cuando vaya al Mercadona tela elegante que frecuenta, la niña de la promoción del jamón hembra le dirá que le encantan sus libros de los gatos. ¿Cómo me voy a creer ni la oleada del EGM ni el barómetro del CIS, si en las encuestas les preguntan nada más que a las niñas de la promoción del supermercado, en esta España que cree que Quintero sigue en la SER, que García habla todas las noches en Onda Cero y que yo estoy harto de publicar libros del Marqués de Sotoancho?

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