Sigamos con la saga de los calentitos, en nuestra defensa del léxico sevillano en trance de pérdida. Dijimos que había una calentería en Triana que merecía artículo aparte, y aquí está. En el rótulo de la muestra del establecimiento pone: "Calentitos, Papas Fritas, Pavías, Pollos Asados". ¡Cualquier cosa! No "patatas fritas": papas fritas de toda la vida. Y nada de churros: calentitos, con todas sus letras.
Trátase de la calentería Velarde y Borromeo, que regentan Manuel Velarde Borromeo y su mujer Victoria en la calle Leiria,10, esquina a Lucía de Jesús. Sobre este templo del arte de la masa frita ha escrito el que fue alcalde de Triana, Francisco Arcas: "Mientras hierve el enorme perol de aceite, Manuel Velarde defiende a ultranza la denominación de calentitos y cuando alguien se atreve a pedirle churros se enoja sobremanera. Entonces cuenta la historia de cuando unos madrileños le pidieron asesoramiento a su padre, Antonio, legendario en el ramo, para poner una calentería en el Foro. Tras explicarles lo de la harina, el agua, la levadura, el aceite muy caliente y el resto de detalles, llegaron a Madrid y al salirles los calentitos feos, gordos y con bultos, decidieron llamarlos churros y porras. Por eso mantiene el nombre tradicional de calentitos de rueda o de papa. También por eso de incrementar las ventas hacen por las noches unas pavías de ensueño, al modesto precio de 1,50 las de bacalao y 1,30 las de merluza".
La de Manuel Velarde es una calentería imperial. ¿No se llama Triana así por el emperador Trajano? Pues por ahí jumea el perol de sus calentitos. Como este calentero de Triana sabe latín, tiene en la pared de su templo el texto más insólito de todo el Derecho Romano, con el verdadero retrato del Emperador Vespasiano, al que en Triana, como tenían mucha confianza con él, le decían Tito, el inventor de los Calen...Titos. Dice así el texto escrito en un latino papelón:
"T. Flavius Vespasianus princeps decrevit, cum sit "churrum" horridum verbum, ut calida massa "in dentem" appellaretur et bene frictus bunnolus "calentitum". Et in toto Romano Imperio nusquam melius id editur quam Velardi ac Borromei Victoriae domi et apud foedum Manolum".
Que traducido con toda la gracia de Triana, como en una copla que Manolín el de la Murga cantara en la Velá, resulta:
"Como Emperador dictamino, yo, Tito,/que la pasta caliente se llame "al dente"/y el jeringo bien frito "calentito",/que "churro" es palabra repelente./ Y en todo mi Imperio de Roma/no hay lugar donde mejor se coma/que en Velarde y Borromeo,/la casa de Victoria y de Manolo el Feo".
Gracias a Manuel Velarde lo podemos, por fin, saber. El Monte Testaccio de Roma está formado por las ánforas del aceite que le llevaban precisamente desde Triana, desde el almacén de aceites Teresa, al emperador Tito para freír los calientes. Tanto le gustaban, que les dio nombre. Nombre que se expandió por todo el Imperio, hasta Híspalis: Calen...tito. ¿No inventó las torrijas Torrigiano? ¿Pues por qué no habría de inventar los calentitos el mismísimo emperador Tito? Así son de imperiales y de romanos los calentitos, fritos en el aceite del olivo de la académica Minerva Baetica con la receta imperial de Tito. Quien seguro que tenía en Roma su puesto de masa frita junto al famoso Arco de Tito. No hay nada más romano que una calentería cabe un Arco: ora del Postigo, ora de la Macarena, ora de Tito. Como que al que diga aquí "churros" el capitán Fernando Vaz le va a mandar a la Centuria Macarena en orden de combate, y verá usted la que le van a liar en la cara los armaos, en defensa romana de Tito el de los Calentitos.

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