Sevilla
tiene personalidad hasta en la hostelería. Un bar de
Sevilla, la ciudad de los 10.000 veladores, 10.000, no es lo
mismo que un bar de Madrid, donde ponen algo que para
nosotros es una ordinariez: bocadillos de calamares. Lo que
triunfa en Madrid se estrella en Sevilla. Un invento
madrileño de la hostelería es, por ejemplo, la cafetería de
tostadas con mantequilla hechas en la plancha por la mañana,
platos combinados al mediodía y tortitas con nata por la
tarde. Madrid se llenó en su momento de cadenas de
cafeterías con nombre de Estados Unidos: California,
Nebraska... En Sevilla, Pedro Torres, el gran hostelero
creador de El Burladero, quiso importar la cafetería
madrileña, y abrió Riviera en plena Campana, en la esquina
de la calle Carpio que ahora recuerda a Rafael Franco,
maestro de capataces. Riviera tuvo mucha novelería... y que
cerrar. Como cerraron todas las cafeterías de la cadena
Catunambú, importación del modelo madrileño con sus barras
de taburetes para almorzar maravillosos platos compuestos,
como las dos espléndidas del Coliseo en el Cristina y del
Gran Almirante en San Pedro.
Por estas diferencias entre los bares de Madrid y los de
Sevilla, allí tiene mucho éxito Rodilla. Casi desde tiempos
de Rege Carolo, como dice la Puerta de Alcalá y citaba Rocío
Jurado. ¿Qué sevillano, de estudiante o preparando
oposiciones en Madrid, no se ha quitado las hambres con un
par de sándwiches de foagrás riquísimos en el Rodilla de
Callao? Por eso a muchos nos rejuveneció Rodilla cuando
llegó y abrió una de sus tiendas de sándwiches en la
Avenida, junto a Correos, donde estuvo el Vía Véneto y el
Fillol, y muchos fuimos para quitarnos años de encima con
los emparedados de foagrás. Emparedaditos maravillosos que
observamos estaban ya muy diversificados: que si con pan
integral, que si vegetales, que si de salami. Tenías que ir
convidado a una excursión, pasabas por Rodilla, te
preparaban un par de cajas de emparedados exquisitos y
maravillosos, se las llevabas a los que te invitaban y
quedabas como un señor. Por eso me alegré muchísimo del
éxito cuando pasé un día por República Argentina y vi que
habían abierto allí otro Rodilla más. O cuando pasé otro día
por la Puerta de la Carne y vi otro Rodilla abierto junto a
donde hacía tertulia Pepe Luis Vázquez.
Pero Rodilla, ay, ha hincado sus rodillas ante los gustos de
los sevillanos y ha cerrado sus tres establecimientos.
Pondrán en ellos una cosa que se llama "El Papelón", ¡toma
ya! (¿Están viendo la pringue chorreando por las barbillas
en "El Papelón", ¿no?). En esta Sevilla sin cafeterìas se
confirma que no gustan los inventos de la hostelería
madrileña. El cierre de Rodilla y sus emparedados frente al
éxito expansivo de Los 100 Montaditos es todo un símbolo de
los gustos sevillanos y de nuestra sociología hostelera, ¿o
no, Enrique Becerra? Los 100 Montaditos no sólo están ya por
toda Sevilla, sino que desde aquí conquistan España. Aquí
somos del montadito de pringá, no del sándwich vegetal con
pan integral. En esta ciudad donde fracasaron las cafeterías
amadrileñadas de platos compuestos y tortitas con nata, se
ha vuelto a ver el mismo número con el cierre de Rodilla. Y
bien que lo siento. La tarde de la Cabalgata ya no podré ir
a Rodilla por un cargamento de emparedados maravillosos para
el nieterío y el sobrino-nieterìo con el que vemos los Reyes
Magos en Pibe, la zapatería de mi hermana Fina en la calle
Asunción. Nada, tendré que ir frente, a la esquina de Virgen
de Loreto, y hacer allí provisión en Los 100 Montaditos para
la merendola infantil en la espera de la ilusión. Y el
marcador de los gustos de Sevilla arrojará el siguiente
resultado: Montaditos, 100; Sándwich,0.
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