ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Montaditos, 100: Sándwich, 0

 Sevilla tiene personalidad hasta en la hostelería. Un bar de Sevilla, la ciudad de los 10.000 veladores, 10.000, no es lo mismo que un bar de Madrid, donde ponen algo que para nosotros es una ordinariez: bocadillos de calamares. Lo que triunfa en Madrid se estrella en Sevilla. Un invento madrileño de la hostelería es, por ejemplo, la cafetería de tostadas con mantequilla hechas en la plancha por la mañana, platos combinados al mediodía y tortitas con nata por la tarde. Madrid se llenó en su momento de cadenas de cafeterías con nombre de Estados Unidos: California, Nebraska... En Sevilla, Pedro Torres, el gran hostelero creador de El Burladero, quiso importar la cafetería madrileña, y abrió Riviera en plena Campana, en la esquina de la calle Carpio que ahora recuerda a Rafael Franco, maestro de capataces. Riviera tuvo mucha novelería... y que cerrar. Como cerraron todas las cafeterías de la cadena Catunambú, importación del modelo madrileño con sus barras de taburetes para almorzar maravillosos platos compuestos, como las dos espléndidas del Coliseo en el Cristina y del Gran Almirante en San Pedro.
Por estas diferencias entre los bares de Madrid y los de Sevilla, allí tiene mucho éxito Rodilla. Casi desde tiempos de Rege Carolo, como dice la Puerta de Alcalá y citaba Rocío Jurado. ¿Qué sevillano, de estudiante o preparando oposiciones en Madrid, no se ha quitado las hambres con un par de sándwiches de foagrás riquísimos en el Rodilla de Callao? Por eso a muchos nos rejuveneció Rodilla cuando llegó y abrió una de sus tiendas de sándwiches en la Avenida, junto a Correos, donde estuvo el Vía Véneto y el Fillol, y muchos fuimos para quitarnos años de encima con los emparedados de foagrás. Emparedaditos maravillosos que observamos estaban ya muy diversificados: que si con pan integral, que si vegetales, que si de salami. Tenías que ir convidado a una excursión, pasabas por Rodilla, te preparaban un par de cajas de emparedados exquisitos y maravillosos, se las llevabas a los que te invitaban y quedabas como un señor. Por eso me alegré muchísimo del éxito cuando pasé un día por República Argentina y vi que habían abierto allí otro Rodilla más. O cuando pasé otro día por la Puerta de la Carne y vi otro Rodilla abierto junto a donde hacía tertulia Pepe Luis Vázquez.
Pero Rodilla, ay, ha hincado sus rodillas ante los gustos de los sevillanos y ha cerrado sus tres establecimientos. Pondrán en ellos una cosa que se llama "El Papelón", ¡toma ya! (¿Están viendo la pringue chorreando por las barbillas en "El Papelón", ¿no?). En esta Sevilla sin cafeterìas se confirma que no gustan los inventos de la hostelería madrileña. El cierre de Rodilla y sus emparedados frente al éxito expansivo de Los 100 Montaditos es todo un símbolo de los gustos sevillanos y de nuestra sociología hostelera, ¿o no, Enrique Becerra? Los 100 Montaditos no sólo están ya por toda Sevilla, sino que desde aquí conquistan España. Aquí somos del montadito de pringá, no del sándwich vegetal con pan integral. En esta ciudad donde fracasaron las cafeterías amadrileñadas de platos compuestos y tortitas con nata, se ha vuelto a ver el mismo número con el cierre de Rodilla. Y bien que lo siento. La tarde de la Cabalgata ya no podré ir a Rodilla por un cargamento de emparedados maravillosos para el nieterío y el sobrino-nieterìo con el que vemos los Reyes Magos en Pibe, la zapatería de mi hermana Fina en la calle Asunción. Nada, tendré que ir frente, a la esquina de Virgen de Loreto, y hacer allí provisión en Los 100 Montaditos para la merendola infantil en la espera de la ilusión. Y el marcador de los gustos de Sevilla arrojará el siguiente resultado: Montaditos, 100; Sándwich,0.

 

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