Hay
muchas cosas que la Unesco no ve. Y mejor que no las vea.
Porque, si no, Zoido iba a tener que estar todo el día yendo
a San Petersburgo. Por cierto: ¿le hemos pasado ya a los
catalanes de Caixabank que absorbieron Cajasol el cargo de
los gastos de billetes hasta San Petersburgo y el hotel en
la antigua Leningrado? Es que podemos haber sido como el
Sastre del Campillo, que le hayamos cosido gratis el traje a
Cajasol y encima hayamos pagado el hilo con el que se han
zurcido los descosidos que nos dejaron Monteseirín y Pulido,
su correligionario sociata.
¿Y las responsabilidades? Si hemos prometido que ya vamos a
ser buenos, que no levantaremos más rascacielos y que las
normas de Urbanismo nunca más lo consentirán (hasta cierto
punto), ¿se van a ir de rositas los dos citados que
cometieron esa tropelía absurda, inútil, innecesaria? ¿Por
qué no la llamamos mejor para escarnio perenne Torre
Monteseirín o Torre Pulido, impunes autores del atentado?
¿Es que estos señores no van a tener responsabilidad alguna?
No digo ya responsabilidad penal o política; hablo de
responsabilidad estética. Salvo que hagamos como con el
alcalde García de Vinuesa: que después que se hartó el tío
de derribar puertas y murallas en el XIX, hasta le dedicamos
la calle de la Mar.
Yo no acabo de entender que Zoido haya ido a San
Pertersburgo, con la de cosas que tiene que hacer aquí, para
defender un desaguisado en el que no tiene más culpa que
haberlo dejado crecer. Como tampoco entiendo que aquí le
demos tanta importancia a la Unesco. ¿Iban a dejar de venir
los turistas porque Sevilla estuviera en la lista negra de
la Unesco? La Unesco se puede meter la lista negra por donde
le quepa, que aquí ha ocurrido algo indignante: que los
sevillanos no somos dueños de nuestra ciudad, entre Cajasol,
Pulido y los catalanes de Caixabank por un lado, y la Unesco
por el otro. ¿Para qué votamos al alcalde que elegimos, si
se dedica a defender lo que prometió que pararía, como si
fuera un cogecosas y el jarrillolata de sus adversarios?
¡Haber mandado a San Petersburgo a Espadas, que es de ellos,
joé!
Poner paño al púlpito mangón y trincón de la Unesco es una
mamarrachada. Que se pronuncia mamarrachá. Lo peor es lo que
la Unesco no vio. La Unesco no vio el diseño impune de un
modelo de ciudad que se ha cargado de hecho lo que
entendíamos por Sevilla. Esa conversión del centro en un
parque temático de sí mismo, con un tranvía inútil. La
desfiguración de las plazas históricas, como la Puerta
Jerez, la Plaza del Pan, la Pescadería, las Setas de La
Encarnación. Es que las solas Setas son para meter a Sevilla
en todas las listas negras. Y para meter en la cárcel a los
que las proyectaron y despilfarraron el dinero
construyéndolas. E incluso a los catetos que al verlas
exclaman:
-- Esto está pesssssioso...
Lo que no vio la Unesco es que Sevilla ya no es Sevilla,
sino una inmensa acera en unas calles así de estrechas para
poder poner 10.000 veladores y que te puedan pillar a su
antojo 10.000 bicicletas. Ah, y 10.000 tiendas cutres de
falsos recuerdos de Sevilla, con las camisetas del chiste de
la siesta, la otra de la caló y los delantales de faralaes.
Lo que no vio la Unesco es que el Ayuntamiento que se fue se
cargó a Sevilla impunemente; que la malhadada torre del
certero soneto de Cástor Pólux que circula por ahí es sólo
una pequeña parte del daño irreversible que hicieron. Y que
siguen haciendo, porque los 20 concejales, 20 no han
cambiado ese modelo de ciudad y su jefe va a defenderlo
hasta el frente de Leningrado y él mismo se pone la
laureada. ¡Ni que se hubiera alistado de voluntario en la
División Azul!
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