ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Unesco no vio...

  Hay muchas cosas que la Unesco no ve. Y mejor que no las vea. Porque, si no, Zoido iba a tener que estar todo el día yendo a San Petersburgo. Por cierto: ¿le hemos pasado ya a los catalanes de Caixabank que absorbieron Cajasol el cargo de los gastos de billetes hasta San Petersburgo y el hotel en la antigua Leningrado? Es que podemos haber sido como el Sastre del Campillo, que le hayamos cosido gratis el traje a Cajasol y encima hayamos pagado el hilo con el que se han zurcido los descosidos que nos dejaron Monteseirín y Pulido, su correligionario sociata.
¿Y las responsabilidades? Si hemos prometido que ya vamos a ser buenos, que no levantaremos más rascacielos y que las normas de Urbanismo nunca más lo consentirán (hasta cierto punto), ¿se van a ir de rositas los dos citados que cometieron esa tropelía absurda, inútil, innecesaria? ¿Por qué no la llamamos mejor para escarnio perenne Torre Monteseirín o Torre Pulido, impunes autores del atentado? ¿Es que estos señores no van a tener responsabilidad alguna? No digo ya responsabilidad penal o política; hablo de responsabilidad estética. Salvo que hagamos como con el alcalde García de Vinuesa: que después que se hartó el tío de derribar puertas y murallas en el XIX, hasta le dedicamos la calle de la Mar.
Yo no acabo de entender que Zoido haya ido a San Pertersburgo, con la de cosas que tiene que hacer aquí, para defender un desaguisado en el que no tiene más culpa que haberlo dejado crecer. Como tampoco entiendo que aquí le demos tanta importancia a la Unesco. ¿Iban a dejar de venir los turistas porque Sevilla estuviera en la lista negra de la Unesco? La Unesco se puede meter la lista negra por donde le quepa, que aquí ha ocurrido algo indignante: que los sevillanos no somos dueños de nuestra ciudad, entre Cajasol, Pulido y los catalanes de Caixabank por un lado, y la Unesco por el otro. ¿Para qué votamos al alcalde que elegimos, si se dedica a defender lo que prometió que pararía, como si fuera un cogecosas y el jarrillolata de sus adversarios? ¡Haber mandado a San Petersburgo a Espadas, que es de ellos, joé!
Poner paño al púlpito mangón y trincón de la Unesco es una mamarrachada. Que se pronuncia mamarrachá. Lo peor es lo que la Unesco no vio. La Unesco no vio el diseño impune de un modelo de ciudad que se ha cargado de hecho lo que entendíamos por Sevilla. Esa conversión del centro en un parque temático de sí mismo, con un tranvía inútil. La desfiguración de las plazas históricas, como la Puerta Jerez, la Plaza del Pan, la Pescadería, las Setas de La Encarnación. Es que las solas Setas son para meter a Sevilla en todas las listas negras. Y para meter en la cárcel a los que las proyectaron y despilfarraron el dinero construyéndolas. E incluso a los catetos que al verlas exclaman:
-- Esto está pesssssioso...
Lo que no vio la Unesco es que Sevilla ya no es Sevilla, sino una inmensa acera en unas calles así de estrechas para poder poner 10.000 veladores y que te puedan pillar a su antojo 10.000 bicicletas. Ah, y 10.000 tiendas cutres de falsos recuerdos de Sevilla, con las camisetas del chiste de la siesta, la otra de la caló y los delantales de faralaes. Lo que no vio la Unesco es que el Ayuntamiento que se fue se cargó a Sevilla impunemente; que la malhadada torre del certero soneto de Cástor Pólux que circula por ahí es sólo una pequeña parte del daño irreversible que hicieron. Y que siguen haciendo, porque los 20 concejales, 20 no han cambiado ese modelo de ciudad y su jefe va a defenderlo hasta el frente de Leningrado y él mismo se pone la laureada. ¡Ni que se hubiera alistado de voluntario en la División Azul!


 

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