En muchas
cosas de Sevilla, la Exposición Universal de 1992 fue como
el viejo anuncio de los chocolates Matías López que ponían a
un señor hético y vareado de carnes y al lado a otro obeso,
gordo y retotolludo, diciendo: "Antes del chocolate y
después del chocolate". Hay una calle Torneo antes del 92 y
otra después del 92; una Estación de San Bernardo antes del
92 y otra después del 92; unas comunicaciones con Madrid
antes del 92 y otras tras el 92; y así hasta el infinito,
usted mismo puede ir añadiendo casos y cosas y casas. Por
ejemplo, las Casas Consistoriales. La que antes del 92 era
llamada la Casa Grande, por ser la conventual de San
Francisco derribada a comedios del XIX. En cristiano: el
Ayuntamiento, porque no sé a usted, pero me da un por saco
espantoso leer leo "el Consistorio" como sinónimo de
Ayuntamiento en los titulares de las hispalenses gacetas. -
Hay un edificio del Ayuntamiento anterior al 92 y otro
posterior. Antes del 92, el edificio del Ayuntamiento era un
lugar de burocrático trabajo. Aquello sonaba a máquinas de
escribir aporreando documentos, olía a papel carbón de
copias. Había delegaciones municipales, negociados con sus
jefes, ordenanzas de sus grises uniformes con el NO8DO
bordado en amarillo en las solapas, ventanillas, instancias,
golpes de tampón a los papeles en el Registro General. En el
Ayuntamiento había vida, aunque muchos lo identificaran con
La Oficina Siniestra de "La Codorniz".
Pero con el 92, lo que era el centro de la actividad
municipal lo convirtieron en Museo. Lo pusieron de dulce.
Demasiado. Lo pusieron como una iglesia desamortizada y
desvinculada del culto. Sí, hay un cierto paralelismo entre
esa Casa Grande de San Francisco museificada y prácticamente
desprovista de actividad burocrática municipal y esa iglesia
del Salvador virtualmente desamortizada y desacralizada,
convertida de hecho en salón cultural con el Señor de Pasión
casi convertido en Cautivo. Somos especialistas en
musealizar las cosas con vida. Con el 92 hicimos un museo de
la Catedral y otro Museo del Ayuntamiento.
Y como si nada de aquello hubiera ocurrido, ahora nos
quieren vender la moto del Ayuntamiento-Museo. Como si ya
entonces, tras el 92, el edificio del Ayuntamiento no
hubiese sido convertido en museo por el alcalde Rojas
Marcos, que hasta había visitas turísticas guiadas por José
Contreras Rodríguez-Jurado, cuando el Duque de Segorbe con
su asesoría artística e histórica dejó aquello que daba
gusto verlo, sacado de brillo, y cuando aún no habían cedido
el único Velázquez que había en Sevilla y algunos Zurbaranes
y otros cuadros del XVII a cambio del tocomocho una Santa
Rufina que estamos pagando los sevillanos a dita. Y cuando
el salón de plenos era el de siempre, el plateresco del XVI
y no el multiusos Salón Colón, donde lo subió Monteseirín y
este alcalde, con 20 concejales, 20, aún no lo ha puesto en
su lugar y bajado a la antigua sala histórica, que cualquier
Ayuntamiento de la Gran Bretaña daría bofetadas por tenerla
en vez de un salón de bodas civiles isabelino, pero salón de
bodas.
¿Qué va a enseñar este Ayuntamiento en el Ayuntamiento? ¿Lo
que hizo Rojas Marcos como si lo hubieran hecho ellos? ¿Lo
que cambió Monteseirín? ¿El Ayuntamiento museificado sin
actividad municipal efectiva alguna? ¿Con qué cara se puede
decir que eso es el Museo de la Ciudad? ¡La ciudad es mucho
más que el edificio del Ayuntamiento y su historia es mucho
más rica! Salvo, claro está, que llenen de grandes
atractivos turísticos ese pretendido Museo. Por ejemplo,
allí podrían mostrar a Gregorio Serrano a los turistas,
diciéndoles: "Aquí pueden admirar a este señor, que es el
que más cargos tiene en el Ayuntamiento y el que más sale
retratado en los periódicos. Con decir que tiene casi tantos
cargos como el alcalde y sale retratado casi tanto como
él..." ¡Hasta reventa de entradas iba a haber para visitar
ese Museo!
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